Capitulo 10  

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Un error. Un solo error es el responsable de que en estos momentos esté viviendo la mejor época de mi vida. ¿Debería arrepentirme por haberlo hecho?

***


Margaret recorría los solitarios pasillos de aquella casa sintiéndose tranquila y feliz. Jessica había salido poco antes de que se ocultara el sol y no había regresado aún. No estaba preocupada porque sabía con quien estaba; por eso se sentía así.

Lucas había llegado a ese pueblo para darle un poco de color al opaco corazón de Jessica y ella le estaba infinitamente agradecida por ello. Quería a Jessica como si fuese su propia hija y era capaz de hacer cualquier cosa y de soportar los desplantes de la joven con tal de verla feliz. Y lo estaba haciendo. Cada día que pasaba veía a Jessica más animada, irradiando una extraña aura de tranquilidad, paz y felicidad que nunca le había visto, y ella sabía a que se debía.

Por supuesto que lo sabía. Jessica nunca pudo engañarla con sus palabras, mucho menos lo lograría ahora cuando las cosas eran tan evidentes. Margaret podía leer sus sentimientos por más que ella tratase de ocultarlos; Jessica era como un libro abierto cuando se proponía ocultar sus sentimientos.

Un ruido la sacó de sus cavilaciones. Un ruido que provenía del jardín delantero de la casa.

Entró al salón y se acercó a la ventana; desde ahí tenia una excelente vista del jardín y del pórtico de a la casa. En su inspección vio a dos figuras que fácilmente pudo reconocer como Jessica y Lucas. Ambos caminaban alejados; con pasos rápidos, como si quisiesen alejarse lo más rápido posible el uno del otro y rodeados por un imperturbable silencio.

No hubo despedidas, ni miradas furtivas, ni nada. Jessica no había cerrado la gran puerta delantera que daba acceso al hall, cuando ya Lucas emprendía el camino de regreso al auto. Se le notaba alicaído, triste y cansado. Algo había pasado entre ellos para que, después de aquella larga tregua, empezaran los problemas y las peleas nuevamente.

Salió rápidamente del salón y se dirigió al encuentro de Jessica. La joven ya iba a mitad de la escalera cuando llegó al hall. No la llamó, sabia que no le haría caso y que seguiría con su camino como si nada. Por tal motivo, la siguió escaleras arriba hacia su destino: su habitación. Tal vez allí, si tenía la suerte de su lado, lograría sacarle la información.

Jessica, inmediatamente entró, cerró la puerta y le puso el cerrojo. Era obvio que en esos momentos no quería hablar con nadie y eso incluía a Margaret. No era nada personal, sino que no se sentía moralmente en condiciones de hacerlo.
Margaret tocó la puerta y le pidió que la abriera. Era de suponerse que haría eso y que ignoraría la clara señal que le había mandado la joven. Trató varias veces y al final, cuando se disponía a irse, Jessica abrió la puerta.

—Es usted muy insistente cuando se lo propone, Margaret— dijo con su ya muy conocido tono de voz que no demostraba emoción alguna, pero Margaret pudo ver la tristeza que sentía, reflejada en sus ojos.

—Solo quiero saber porque el joven Lucas y usted están así, tan distanciados.

Jessica no le respondió pero abrió la puerta un poco más en una muda invitación para que entrara. Margaret así lo hizo y se acomodó en el sofá que estaba al pie de la ventana; Jessica, cuando hubo cerrado la puerta, la imitó. Ambas permanecieron en silencio por un buen rato —Jessica contemplando la luna a través de la ventana abierta y Margaret viéndola a ella— hasta que la joven rompió el pesado silencio.

—Esta noche— dijo con voz seria, profunda— cometí la peor equivocación de la que he sido capaz en mucho tiempo. Pensé que, con lo de compromiso falso, había aprendido la lección pero no fue así. Sigo haciendo tonterías por una causa perdida.

—No la entiendo…

—Besé a Lucas.

Margaret abrió mucho los ojos producto de la sorpresa. ¿Jessica besando a Lucas? Eso era algo que ni en sus mejores sueños esperaba ver porque se suponía que Jessica no sentía nada por Lucas y porque se suponía que lo detestaba. Pero lo que realmente la sorprendía de todo eso era el dramatismo con el que lo había dicho; fue un simple beso, no era nada del otro mundo. ¿Acaso había un trasfondo que ella no lograba percibir?

Jessica prosiguió hablando después de un breve suspiro.

—Besé a Lucas para darle celos a Brian, Margaret. Fue todo tan rápido, tan repentino que no pude evitarlo. Yo, tomando el rostro de Lucas entre mis manos, besándolo y él correspondiéndome, que fue lo peor de todo… Brian y Clarisse haciendo acto de presencia— Hizo otra pausa— Vi la rabia y la decepción pintadas en la cara de Lucas cuando los vio. No me lo va a perdonar, estoy segura. No me va a perdonar que lo haya utilizado.

— ¿Por qué lo hizo?—solo atinó a preguntar la mujer. El saber que todo eso lo había hecho para darle celos a Brian era nuevo para ella. Nunca se enteró de la relación que mantenían Jessica y Brian por lo que la noticia la dejó un poco descolocada y confundida.

—No lo se— le respondió Jessica mientras se tapaba el rostro con las manos— Tal vez lo hice porque me molestó verlo con Clarisse, o porque quería dejarle claro que ya no me importaba…

—O porque quería que viera que usted también es feliz con su pareja.

—Lucas no es mi pareja, Margaret.

—Delante de todos, incluido el joven Debrand, lo es. Recuerde que es su prometido.

—Eso no significa nada.

—Por supuesto que sí. Si el joven Lucas no hubiese sido su prometido públicamente, ¿se hubiese atrevido a besarlo frente al joven Debrand y su novia? Mejor le haré otra pregunta— dijo al ver la cara de confusión de Jessica— Si usted hubiese estado acompañada de cualquier otro joven, ¿se hubiese atrevido a besarlo para “darle celos” al joven Debrand?

Margaret sonrió al ver que la turbación de Jessica se hacia mayor, y como sus mejillas se teñían suavemente de rosa como respuesta a lo que pasaba por su cabeza en esos momentos. Margaret aprovechó aquel estado de la joven para seguir confundiéndola y atormentándola para ver si por fin se daba cuenta de lo que ella había descubierto y acababa de confirmar.

— ¿No cree usted que el beso no fue mas que un reflejo de lo que realmente quiere, un reflejo de sus sentimientos? ¿No cree usted que el joven Debrand no fue más que una excusa para hacer algo que desde hace tiempo anhelaba? ¿No cree que…?

— ¡Basta! ¡Ya está bien, Margaret, entendí a donde quiere llegar!—respondió de mala gana. Margaret seguía sonriendo, esta vez más abiertamente. Era obvio que no cabía en sí de la felicidad.

— La respuesta a todas sus preguntas es no— le dijo seriamente, con el rostro crispado por la rabia y los puños apretados.

No le gustaba ver esa expresión de triunfo en el rostro de Margaret; pero, sobre todas las cosas, le molestaba que sintiera que había ganado aquella contienda imaginaria. Nada de lo que Margaret había dicho era cierto pero ella no iba a perder su tiempo con tontas explicaciones, así que dio por terminada la conversación

— Espero que este tema quede zanjado aquí porque no voy a tolerar ni una insinuación mas, ¿me entendió?

—Si, señorita.

—Bien, ahora, si me disculpa, quiero dormir— esto lo dijo mientras se ponía de pie y se dirigía al baño para desvestirse.

Esa noche, gracias a todo lo acontecido, no podría dormir y Margaret lo sabía, pero de todas formas se puso de pie y salió de la habitación dejando a Jessica sola con su rabia y su confusión. Sola con el irrefrenable deseo de salir corriendo hacia la casa de Lucas…

Era tarde pero a ella poco le importaba. Solo quería irse a la cama con la constancia de que Lucas la había perdonado. Era algo estúpido, algo impropio de ella pero igual quería hacerlo, tenía que. No podría estar tranquila sabiendo que una de las pocas personas que la quería se sentía herida y todo por su culpa.

Al final, después de unos minutos de pelea entre su sentido común, su orgullo y sus sentimientos, decidió que lo mejor era irse a la cama. Ya vería como solucionaría las cosas al día siguiente.

***

Como ya se le estaba haciendo costumbre, Ariel fue a hablar con Lucas a tempranas horas de la mañana. Para su sorpresa, Lucas estaba dormido cuando llegó por lo que tuvo que esperar un buen rato en el salón hasta que el joven hiciera acto de presencia. Algo adormecido y con apariencia cansada entró Lucas al salón, se sentó en un sillón frente a Ariel y profirió un gran bostezo en vez de un saludo.

— ¿Qué pasó?—cuestionó Ariel después de hacerle un exhaustivo examen con la mirada.

— ¿Qué?—preguntó Lucas, confundido.

—Te pregunté que qué pasó. No me vayas a decir que nada porque se que es mentira; Jessica y tu están muy raros…

—Eso no significa nada.

—Vamos, Lucas, no quieras verme la cara de idiota. Te conozco, creo habértelo dicho unas miles de veces. Se que algo pasó anoche y que ese algo es lo que los tiene así.

Ariel siguió insistiendo un rato más pero no logró que Lucas le dijera nada sobre lo que había pasado la noche anterior en la plaza. El solo hecho de recordarlo hacia que Lucas se sintiese peor de lo que ya se sentía. Sentía como pasaba de la emoción y la alegría al sufrimiento y la decepción con dolorosa rapidez. Suspiró como muestra de cansancio y frustración, ignorando a su amigo el cual se tomó el gesto como muestra de su aburrimiento, por lo que dejó de insistir.

Cuando Ariel hubo pronunciado la última palabra, cayó sobre ellos el típico silencio que suele aparecer cuando no se sabe que más decir pero, a pesar de todo, no fue un silencio ni pesado ni incomodo.

Al cabo de unos minutos, apareció una empleada anunciando que el desayuno estaba listo y servido por lo que los jóvenes se dirigieron, sin decir una sola palabra, al comedor. Ya en ese lugar, Lucas tomó la palabra.

—Ariel, estuve pensando que… que lo mejor para todos sería que regresara a casa… con mis padres.

— ¿A qué vino eso? Tu, por lo que me dijiste, te sientes muy a gusto en este lugar. Además, aquí está tu futura esposa y…

— ¡Ja! Como si eso fuese una razón de peso para que mi presencia sea necesaria en este lugar. Como si eso fuese importante…

— ¡Claro que lo es!—respondió Ariel indignado— ¿Acaso no te importa ella? ¿Acaso no te importa dejarla aquí sola?

—Estuvo muchos años sola, Ariel, ya está acostumbrada a eso.

—Pero…

—Además, — lo interrumpió— lo que ella ha querido desde que nos encontramos en la plaza, es que me vaya y la deje en paz, así que le haré el favor y me iré— continuó sin importarle la interrupción de Ariel.

—Estás mal, muy mal— dijo mientras negaba con la cabeza— ¡Estás actuando sin pensar! ¡Estás actuando guiándote por lo que pasó!

— ¡Tu que sabes! ¿Acaso te dijo algo? ¿Se ha dignado a dejar de lado su orgullo y arrogancia para hablar contigo? ¿Acaso se ha detenido a pensar que con sus estúpidos actos les hace daño a los demás?

Lucas estaba siendo muy injusto con Ariel, que no se lo merecía. Este se sintió mal de pronto porque sabía que Lucas tenía razón. Jessica no pensaba en nadie mas que no fuese ella y no le importaba llevarse al mundo por delante con tal de lograr lo que se proponía. Y cuando alguien hacia algo que no estaba dentro de lo “aceptable” por ella, simplemente dejaba de ser importante y se convertía, para ella, en una persona cualquiera, incluso lo trataba como si no lo conociese o existiese. Aunque a veces se “olvidaba” de esto si le convenía o si necesitaba algo de esa persona. Todo era si le convenía.

Ariel lo sabía por experiencia propia. Desde que había llegado a ese pueblo había tenido que soportar los incontables desplantes de su hermana hasta que un día ésta dejó de hablarle. El hecho no era que lo ignoraba, sino que para ella, simplemente no existía, por lo menos la mayor parte del tiempo. Al principio pensó que todo eso no era más que un berrinche fruto del enojo pero, con el paso de las semanas, cayó en la cuenta de que no era un berrinche ni de que se le iba a pasar pronto. Jessica realmente estaba enojada y decidida a sacarlo de su vida a como diera lugar… a menos que hiciera algo por ella, algo que recompensase el mal rato que pasó cuando se enteró de que él le había enviado la carta a sus padres.

Ariel, en medio de su depresión, empezó a notar los cambios en la muchacha. Cambios que, a pesar de todo, lo alegraron enormemente porque él lo único que quería era que su hermana estuviese bien. Su hermana estaba mucho más feliz que antes y todo era gracias al tonto que en esos momentos pensaba en arruinar toda aquella felicidad por un malentendido.

—No te estaba pidiendo tu opinión cuando te dije que me iría del pueblo. Yo me voy a ir de este lugar porque aquí no hay nada ni nadie que me retenga.

—Bien, si eso es lo que quieres, está bien. Espero que después no te arrepientas por haber tomado una decisión tan estúpida— dicho esto se puso de pie dispuesto a salir del lugar, sin siquiera terminar de desayunar.

—Ariel— le llamó cuando tenía el pomo de la puerta en la mano. Cuando obtuvo la atención del susodicho, continuó hablando— No le digas nada a Jessica.

— ¿Qué no quieres que le diga?—preguntó con rabia— ¿Qué viniste a este pueblo con la intención de llevártela a casa o que la has estado engañando desde que llegaste? — y dicho esto, salió del salón.


***


Jessica se había despertado tarde aquella mañana. Margaret la había dejado dormir un poco más porque decía que después de todo lo que había pasado el día anterior, necesitaba descansar. Pero eso solo era la excusa que le daba a quienes osaran preguntar; la había dejado porque sabía que no había podido pegar un ojo en toda la noche por estar pensando en Lucas.

Cuando Jessica estuvo lista bajó tranquilamente, y con aire cansado, las escaleras del hall. Allí estaban Margaret y Ariel hablando entre susurros y cuando se percataron de la presencia de la joven, detuvieron su plática y la miraron con rostro afligido. Jessica no se percató de esto, estaba demasiado somnolienta como para advertir que algo sucedía.

—Buenos días, señorita Jessica— la saludó Margaret con una pequeña sonrisa, un tanto forzada.

—Buenos días, Margaret… Ariel— les dijo al tiempo que se dirigía al comedor sin siquiera mirarlos.

Margaret y Ariel siguieron mirándola hasta que la perdieron de vista.

— ¿Piensa decírselo, joven Ariel?

—Sí, será lo mejor. Ella es la única que puede lograr que se quede aquí.

— ¿Y si no hace lo que esperamos que haga, debemos dar toda esta situación como perdida?—preguntó la mujer dirigiéndole una mirada seria.

—No, no después de todo lo que hemos logrado. Jessica y Lucas van a terminar juntos así sea lo ultimo que haga en la vida. De eso puede estar segura, Margaret.


***


Ariel estaba sentado en el gran sofá del salón con un libro en las manos, cuando Jessica hizo acto de presencia en el lugar. Él había estado evitándola todo el día no porque supiese que ella no quería estar con él porque aun estaba enojada, sino porque aún no se sentía capaz de decirle la verdad a su hermana. En realidad, solo pensaba decirle la verdad a medias. Por más enojado que estuviese con Lucas, nunca le diría a su hermana que él había estado engañándola desde el principio; eso definitivamente arruinaría los planes que tenía.

Jessica, al ver quien estaba ahí, decidió dar media vuelta y salir de allí, pero Ariel llamó delicadamente su atención. “Es ahora o nunca”, pensó. Jessica, aun en contra de su voluntad, y sabiendo que Ariel no la dejaría en paz hasta que lo escuchara, se dispuso a hacerlo.

— ¿Qué quieres?—preguntó con frialdad.

—Necesito hablar contigo de algo muy importante—iba a replicar pero Ariel la cortó con un movimiento de su mano. Estaba muy serio, cosa bastante rara en él, por lo que Jessica prefirió hacerle caso. Ya se había aprovechado demasiado de la amabilidad de su hermano. —Es sobre Lucas que te quiero hablar, por lo que creo que te va a interesar.

Jessica lo miró con aire escrutador, tratando de adivinar lo que quería decirle. Por su cara se dio cuenta de que era sobre algo serio por lo que abandonó cualquier intento de abandonar el salón y se sentó; alejada de él, cabía agregar.

— ¿Qué pasa con Lucas? ¿Has hablado con él?—preguntó tratando de no parecer muy interesada en el asunto.

—Antes que nada, me gustaría saber que pasó ayer entre ustedes.

—Nada— respondió rápidamente. Lo que menos quería era que su hermano supiese lo del beso.

—Jessica, por favor— la joven se aclaró la garganta antes de responder, con un tono no muy amable que digamos.

—Nos besamos.

— ¿Estas segura de que fue solo eso que pasó? Porque no creo que Lucas vaya a ponerse así por un simple beso.

—Lo besé para darle celos a alguien mas, ¿satisfecho?

Ariel la miró seriamente durante unos segundos, tratando de reprimirse el deseo de acribillarla con preguntas y de decirle un par de cosas por andar haciendo este tipo de cosas. Jessica esperaba con impaciencia que él dijese algo, aunque fuese una de sus molestas preguntas, pero nada salía de su boca. Su hermano estaba demasiado callado y con una expresión un poco extraña en el rostro; eso la preocupó.

— ¿Estas conciente de que cometiste un grave error al haber hecho eso, verdad?—dijo al fin, manteniendo ese inusual tono serio en su voz. Jessica le respondió que sí y el prosiguió hablando, sin darle tiempo a explicarse— ¿Y estas conciente de que si no haces algo ahora ya no habrá marcha atrás?

— ¿De qué hablas? No te entiendo— preguntó bastante confundida.

—Lucas se va a ir del pueblo, Jessica.

— ¡¿Qué?!—cuestionó mientras se ponía rápidamente de pie, alarmada. — ¿Por qué? ¿Por qué piensa hacer eso? ¿Es que acaso se volvió loco?

—Se va por lo que hiciste anoche… y por como lo has tratado desde que llegó a este pueblo. Lucas te quiere, Jessica, te quiere muchísimo y tu lo único que has hecho ha sido jugar con sus sentimientos. Él no se merecía lo que le hiciste anoche…

— ¡Ya lo se! ¿Crees que no me siento mal por haberlo hecho? Por Dios santo, Ariel, no soy un ser sin sentimientos.

—Demuéstramelo… y demuéstraselo— le sugirió, sorprendiéndola. — Ve a su casa e impide que cometa una locura.

— ¿Y qué puedo hacer? Si él quiere regresar a su casa, yo no puedo hacer nada para impedir que lo haga. Además, no voy a obligarlo a que se quede.

—Claro que puedes. Solo tú puedes hacerlo, y lo sabes. Solo tú puedes lograr que se quede aquí…contigo.

Jessica al escuchar esto se dio la vuelta para darle la espalda a Ariel, que la miraba fijamente desde el sofá.

—Yo no quiero que se quede aquí para que esté conmigo. Solo quiero…necesito que se quede un tiempo más por lo del compromiso falso; después puede volver a su casa y hacer lo que quiera.

—No trates de engañarme, Jessica. Yo se lo que sientes por Lucas y también se por qué estás tan confundida y decidida a negar lo que sientes.

Ariel se puso de pie y se acercó a ella para abrazarla por la espalda. Se sorprendió de que ella no huyera de ese gesto y se alegró al ver que ella se mostraba más tranquila y dispuesta a cooperar de lo que él pensaba que estaría.

— Lucas no es como él, Jessica— volvió a hablar Ariel, haciendo que a Jessica la recorriera un escalofrío por todo el cuerpo— Lucas nunca se atrevería a hacerte daño y lo sabes. Le importas demasiado. Además, él no es de los que hacen sufrir a las demás personas. Es un chico muy bueno, algo tonto, pero muy bueno al fin.

—Yo… no se que decir.

—Que tal si no dices nada y vas a la casa de Lucas— le recomendó mientras se separaba de ella.

Jessica le dirigió una mirada que expresaba claramente todo lo que sentía en esos momentos. Él sabía que esa era una situación difícil para su hermana pero sabía que si no la hacia afrontarse a ella ahora, nunca podría ser feliz. Todo era cuestión de no huirle a lo que el destino nos tenía preparado.

—Anda, ve— la instó.

Jessica salió del salón aún dudando si lo que iba a hacer era lo correcto, pero de todas formas no se detuvo ni titubeó cuando le dijo al chofer a donde quería que la llevase. “Ya veré lo que hago cuando esté allá”, se decía una y otra vez para no ponerse a pensar en lo que realmente tendría que hacer.

El viaje de camino a la casa de Lucas se hizo extremadamente corto. Al llegar, le pidió al chofer que no la esperase, y después se encaminó hacia la casa con paso lento pero firme. Fue recibida casi al instante por el ama de llaves que la guió, sin hacer preguntas, hacia la habitación de Lucas. No la anunció, solo la dejó frente a la puerta y la instó, sutil y amablemente a que entrase. Ella, con el corazón desbocado por la ansiedad, tomó el pomo de puerta entre su mano y lo giró lentamente.

Allí estaba Lucas, sentado en un pequeño sofá rojo vino que estaba bajo la ventana, leyendo un libro o tratando de hacerlo porque su cara mostraba que le estaba costando bastante trabajo concentrarse en lo que leía. Ella se quedó mirándolo fijamente por un rato largo, pensando en como sería su vida si él no estuviese en ese pueblo. Pensaba en cuan infeliz sería ella en esos momentos si él, por cosas de la vida, no hubiese llegado a ese pueblo. También pensaba en lo mucho que quería que se quedara allí y que no la dejara nunca. Fue en ese momento que se dio cuenta de que no podía imaginarse su vida sin él. Ya no podría hacerlo, no después de haberse enamorado de él.

Lucas, al percatarse de la presencia de la joven, dejó el libro a un lado y se puso de pie, no sin dejar de dirigirle una mirada rabiosa y recriminatoria, dispuesto a encararla.

— ¿Qué haces aquí?

—Vengo a impedir que hagas una locura… cometiendo una locura— le dijo mientras se acercaba lentamente a él; mientras sentía la fuerza de su descubrimiento sobre sus hombros. Se había enamorado de Lucas, lo había echo a pesar de que hizo hasta lo imposible para que eso no pasara.

— ¿Qué quieres decir?—le cuestionó mientras sentía como su pulso se aceleraba con cada paso que ella daba.

—No quiero que te vayas, Lucas— dijo casi en un susurro pero él lo escuchó perfectamente debido a que estaban peligrosamente cerca.

— ¿Qué…?

—Quiero que te quedes aquí… conmigo.

— ¿Por qué?

— ¿Pondrías dejar de responderme con preguntas?—le recriminó con fastidió, separándose un poco de él y cruzándose de brazos.

—Es que no te entiendo— se quejó él con cara de disculpa.

Jessica, cansada de toda esa tonta situación, acortó la poca distancia que los separaba, tomó su rostro entre sus manos y lo besó. Lo besó sin excusas, sin personas observándolos… lo besó porque quería hacerlo y porque quería demostrarle con ese gesto lo que acababa de descubrir; todo lo que él le hacía sentir y que no podía explicar con palabras porque ella tampoco entendía muy bien ese sentimiento que la invadía. Hacia tanto tiempo que no había sentido algo igual que pensó, incluso, que nunca más lo sentiría. Se encerró en una coraza de frialdad para que nadie pudiese tocarla y para que el amor no volviera a tocar las puertas de su corazón. Pobre ilusa.

Cuando sintió los brazos de Lucas rodeando su cuerpo, no pudo evitar sentirse la mujer más feliz del mundo. Pero esa sensación le duró solo un instante, al recordar que otra persona le había correspondido los besos casi de igual forma y que le había jurado miles de veces que la quería, para luego abandonarla y decirle que todo fue una mentira.

Se separó de Lucas rápidamente y le dirigió una mirada que mostraba claramente sus dudas y su miedo: miedo a sufrir, miedo a que jugasen nuevamente con sus frágiles sentimientos, miedo a que Lucas fuese como él.

Lucas, por su parte, había sentido su rabia crecer cuando vio entrar a su habitación a una Jessica bastante despreocupada y tranquila; pero este sentimiento fue rápidamente reemplazado por el nerviosismo que le provocaba la cercanía de la joven. Sumándole a ello, el hecho de que las palabras que salían de su boca lo confundían a sobremanera, para luego derribar las pocas defensas que le quedaban con un beso.

Ahora estaba frente a la joven, con un montón de sentimientos encontrados, esperando que ésta se dignase a darle una explicación. Pero ella no hablaba, solo lo miraba entre asustada y nerviosa, como si temiese que él fuese a hacerle algo. Al final, Lucas no pudo soportar tanto mutismo ni tanta tensión, por lo que se dispuso a acribillarla con preguntas, a las cuales ella solo respondió con una petición, ignorando todo lo que él le dijo:

—Prométeme que no te iras, Lucas— pidió con un tono de voz susurrante, anhelante, como si su vida dependiese de ello y no tuviese fuerzas para decirlo en voz alta.

— ¿Eso es lo que quieres? ¿Que me quede aquí hasta que se te ocurra una mejor forma de deshacer el compromiso sin quedar mal? O peor aun, ¿para seguir usándome para darle celos al tal Brian ese?—le había hablado con un tono demasiado rudo para su gusto pero no pudo evitarlo; en esos momentos no era dueño de sus actos, por lo que no se detuvo a pensar en lo que decía ni en lo que hacía.

Jessica, cuando salió de su estado letárgico, le dirigió una mirada entre confundida y sorprendida.

— ¿Aún no lo entiendes?

— ¿Cómo quieres que entienda cuando solo has dicho unas pocas palabras? ¡No me has explicado nada!

— ¡Pero es que no hace falta! Con lo que te he dicho es más que suficiente como para que una persona con dos dedos de frente entienda.

—Ahora me ofendes— se quejó, molesto.

—Demonios, Lucas, ¿Por qué eres tan complicado?

— ¿Complicado, yo? Tú fuiste la que vino aquí a confundirme con un montón de palabras sin sentido.


Lucas se arrepintió de haber dicho esas palabras al ver la expresión dolida en el rostro de Jessica. Nunca pensó que aquellas simples palabras fueran a causarle tanto malestar a la chica. Además, fue así como percibió sus palabras. En realidad, no le había prestado atención porque estaba demasiado perdido en las sensaciones y emociones que recorrieron su ser desde que la vio entrar, sumándole a esto la frustración y rabia que acarreaba de la noche anterior. En esos momentos era un caos, emocionalmente hablando.

—Así que mis sentimientos son cosas sin sentido— le dijo la joven con un tono molesto, bastante característico en ella. “Ya se había tardado”, pensó Lucas. — Estoy aquí, rebajándome, pidiéndote que te quedes aquí conmigo, demostrándote que me importas y tu solo me dices eso. ¡Eres un idiota!—y dicho esto se dio la vuelta para dirigirse a la puerta, dispuesta a salir de allí.

Lucas estaba sorprendido, más por sus palabras que por sus actos. ¿Acaso había dicho Jessica que él, el chico que había utilizado para darle celos a su casi ex-novio, le importaba? ¿Había dicho que quería que se quedara con ella? Sí, lo había hecho y muchas veces, pero él no se había molestado en escucharla o no se había detenido a pensar en lo que le decía. Maldiciendo su estupidez, salió como un vendaval de su habitación.

¿Qué debía hacer ahora? ¿Qué debía decirle a Jessica? ¿Qué sería de su vida de ahora en adelante? ¿Cómo debía comportarse frente a ella? Bajó rápidamente las escaleras que conducían al hall haciéndose estas y otras muchas preguntas sin sentido. Cuando abrió la puerta de entrada y vio a Jessica caminar por el gran jardín delantero con paso taciturno, todas las interrogantes se alejaron de su cabeza dejando en él la firme convicción de que no le importaba nada más que estar con ella.

Corrió para alcanzarla y se detuvo en seco a pocos pasos detrás de ella y no pudo evitar sonreír cuando escuchó las palabras que salían de sus labios. Cosas como “solo a mi se me puede ocurrir hacerle caso al idiota de mi hermano” o “eso me pasa por enamorarme de puros tontos” salían de los labios de la joven sin percatarse de que Lucas estaba a pocos pasos de ella y que la estaba escuchando.

—Así que te enamoras de puros tontos.

Jessica se dio la vuelta horrorizada al escuchar a Lucas. El horror fue sustituido por los nervios y la ansiedad al saberse tan cerca de él, pero no lo demostró, o por lo menos eso creía. Se suponía que ella era una experta en ocultar sus emociones aun cuando éstas pugnaban como locas por salir a flote. ¿Cuánto tiempo más iba a poder ostentar ese titulo?

— ¿Qué pasa, Jessica? ¿Por qué estas tan callada?—le preguntó Lucas con una sonrisa que a Jessica le pareció demasiado atractiva y seductora.

Era cierto que era guapo, ya lo había admitido una vez, pero nunca se había dado cuenta de cuan atractivo era el joven que tenía en frente y a pocos centímetros de distancia. Lucas era arrebatadoramente atractivo, seductor, y era eso lo que en esos precisos momentos la tenían inmóvil y sin habla. ¿Cómo era posible que ella no se haya dado cuenta antes de lo hermosos que eran sus ojos, o de las pequeñas pecas que cubrían su nariz aguileña? ¿En qué había estado pensando todo este tiempo?

Jessica se sentía realmente estúpida y se recriminaba mentalmente por estar allí, sin decir ni una sola palabra, solo mirando a Lucas con fascinación y sorpresa, cosa para nada común en ella. Lucas, por su parte, la miraba con aquellos ojos esmeraldas llenos de diversión y lo que a Jessica le pareció ser malicia.

¿Cuándo habían cambiado los papeles? ¿Cuándo había dejado de ser ella la que lo dejara a él sin palabras? Esas eran algunas de las tantas preguntas que rebotaban en su cabeza como pelotitas de ping pong y a las cuales no pudo darle respuestas porque la sacaron dulcemente de sus pensamientos. Todo su cuerpo se estremeció al sentir el contacto de la mano de Lucas acariciando su rostro, despejando todas esas molestas interrogantes y haciendo que sus mejillas se tiñeran suavemente de un tono rosa pálido.

— ¿Qué es lo que quieres?

Pudo decir como respuesta, esperando que esas palabras hubiesen salido frías y carentes de emoción. Al parecer no fue así porque un muy divertido Lucas la tomó por la cintura y la atrajo hacia sí con un rápido movimiento. “¿Este es el Lucas que yo conozco? ¿No lo habrán cambiado… o drogado?”, pensó.

—Te quiero a ti, pensé que lo sabías— le dijo muy cerca de su oído a lo que la joven respondió con una agradable estremecimiento, cosa que él obviamente notó y le gustó.

—Deja de tontear, Lucas, y suéltame.

Aquellas palabras estaban tan fuera de lugar. Era más que obvio que ella no quería que se alejara pero no quería quedar como la típica chica que se derrite ante el apuesto joven; eso no iba con ella —aunque no estaba muy lejos de ser verdad en aquellos momentos—. Estaba segura de que si Lucas volvía a hacer uso de su muy bien escondido “poder de seducción”, no podría contener el irrefrenable deseo de besarlo y aunque sonara raro, no quería hacerlo. Aun estaba molesta por lo que le había dicho hacia menos de quince minutos.


—No estoy tonteando y lo sabes. Simplemente estoy diciendo la verdad. Te quiero— le dijo como si nada, casi con un encogimiento de hombros.

—Eres una caja de sorpresas, Lucas Henderson. Nunca pensé verte haciendo algo como esto.

— ¿Sorprendida?—le preguntó con una sonrisita.

—Puede ser, aunque eso no impide que esté enojada— exclamó mientras se separaba de él para seguir con su camino. Sonrió satisfecha al darse cuenta de que ahora el sorprendido era él. Por fin las cosas estaban volviendo a la normalidad, pensó.

—Espera, ¿ahora por qué estas enojada?—le cuestionó mientras se acercaba rápidamente a ella.

— ¿Te parece poco lo que hiciste hace rato? Yo vengo con todo la buena voluntad del mundo a pedirte que te quedes y tú me tratas de esa forma. Luego vienes y coqueteas conmigo. ¡Quien te entiende!

— ¿Cómo querías que estuviera después de lo que hiciste anoche? Después de tanto tiempo de peleas entre nosotros llegue a pensar que por fin habíamos llegado a una tregua…

— ¿Pensaste que iba a sellar una tregua con un beso?—preguntó con sarcasmo, alzando una de sus cejas.

—Déjame terminar. Cuando me besaste, pensé en todo menos que lo estabas haciendo para darle celos a ese chico. No sabes como me sentí al verte sonreír gracias a su turbación. ¡Me sentí usado! Creo que estaba en todo de mi derecho de enojarme contigo.

—Sí, pero eso no te daba derecho a decirme lo que me dijiste.

—Lo hice sin darme cuenta. Para serte sincero, no le estaba prestando demasiada mucha atención a tus palabras… —silencio— ¿Me perdonas?

Jessica lo miró con el ceño fruncido durante un rato para luego, después de un suspiro, asentir.

—En ese caso…

A Jessica no le dio tiempo a reaccionar porque Lucas volvió a atraerla hacia su cuerpo y la besó apasionadamente, sin importarle que estaban en medio del jardín y que probablemente los estaban observando. A Jessica tampoco pareció importarle aquello porque, cuando salió de su asombro, rodeó el cuello del chico con sus brazos y se pegó más a él, correspondiendo el beso como era debido.

Después de aquella romántica escena, la pareja se dirigió hacia la casa para pedirle a una de las empleadas que llamasen al chofer. Mientras esperaban, las miles de preguntas de Lucas salieron a flote haciendo que la joven lo mirase ceñuda y bufase exasperada. ¡Como odiaba aquel continuo interrogatorio de Lucas! Para callarlo y así evitarse el tener que responderle, lo tomó por el cuello y lo besó. La empleada, como era de esperarse, entró y los encontró besándose provocando las risas de Jessica por la turbación de la empleada y por el sonrojo de Lucas.


El viaje de camino a la casa de Jessica no duró mucho por lo que antes de lo esperado ya se estaban despidiendo con otro beso, no tan prolongado como los otros porque el chofer los miraba, disimuladamente, a través del espejo retrovisor.

Jessica le había pedido que no la acompañase hasta la entrada y que no dijese nada de lo que había pasado entre ellos ya que quería que fuese una sorpresa. También le dijo que no les convenía estar diciendo nada porque eso haría que las demás personas empezasen a hacer preguntas que podrían delatarlos. Él, no muy convencido, aceptó y vio como en los labios de la chica aparecía una misteriosa sonrisa maliciosa. Algo tramaba, de eso estaba seguro, y lo más probable era que no le gustase saber que era.

Con una expresión confusa en el rostro, vio a la joven salir del auto y avanzar unos cuantos pasos hacia la entrada de la casa en donde Margaret y Ariel la estaban esperando. Cuando las tres personas se perdieron de vista tras la gran puerta de entrada, le pidió al chofer que regresaran a la casa. Estaba demasiado cansado y lo único que quería era irse a la cama para tratar de dormir sin que lo asaltaran las dudas.

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