Capitulo 5  

Posted by: La Premonición in
24
mar

Los días pasaban y la irritabilidad de Jessica crecía a cada segundo que transcurría, aunque ella trataba de disimularlo. No hablaba con Margaret…ni con nadie. Solo se dedicaba de deambular silenciosamente de un lado al otro como un alma en pena.

Nadie entendía porque se comportaba de esa manera pero no se atrevían a preguntarle aunque la duda los carcomía. Sabían que esa calma de ella no era más que una fachada y que tarde o temprano terminaría explotando como una bomba; y sabían también que si se atrevían a preguntarle, ese momento llegaría más pronto.

Había que admitirlo, estaban temerosos de lo que pudiese hacer; todos excepto Margaret que era la única que parecía feliz con todo eso. Ella, como todos los empleados sabían, era la causante de aquel cambio emocional en Jessica pero parecía no importarle que ella la ignorara y la tratara como si apenas la conociese. Estaba así porque sabía que la actitud de Jessica para con ella se debía a que no quería admitir su derrota; no quería admitir que lo que le había dicho días antes, era cierto.

“Si usted hubiese querido librarse de esto, debió decirle a la señora Mitchells la verdad…”

Jessica era orgullosa más no tonta. Sabía que aunque le dijera a Margaret mil veces que lo que decía no era cierto, no cambiarían la cosas porque al final, ella no iba a decirle a Ángela Mitchells que lo de su supuesto compromiso no era cierto. Así que prefería quedarse callada y quedar delante de todos sus empleados —que eran los únicos que sabían que lo del compromiso era falso— como la victima; como la chica que tenía que hacer algo aun en contra de su voluntad. Prefería eso mil veces antes que decirle a Margaret cuales fueron las razones por las que no le dijo la verdad a Ángela.

Al final, a Margaret no le importaban sus razones sino el hecho de que dentro de poco sería públicamente la prometida de Lucas Henderson y ese hecho, ni con mil rabietas, Jessica podría cambiarlo.


***

Jessica estaba sentada en la pequeña plataforma del lago, con los pies descalzos sumergidos en las frías pero nada desagradables aguas del lago. Su ropa era extremadamente sencilla en comparación con los delicados vestidos que solía usar, y su cabello estaba precariamente recogido en un descuidado rodete a la altura de la nuca. Su aspecto era sencillo, relajado e incluso infantil; cosa nada común en ella que solía ser bastante perfeccionista y vanidosa.

Escuchó pasos detrás de ella y giró la cabeza para ver a su visitante. Soltó un bufido al ver quien se acercaba pero no hizo el ademán de pararse, al contrario, siguió moviendo lentamente sus pies dentro del agua.

—La señora Margaret me dijo que querías hablar conmigo— dijo con un tono de voz despreocupado al tiempo que se sentaba a su lado.

—La señora Margaret se está tomando muchas atribuciones últimamente— hizo una pausa esperando que él dijera algo mas pero eso no pasó— ¿Qué mas te dijo?

—Que necesitabas que te hiciera un favor pero que no te atrevías a pedírmelo.

—Claro, y ella, amablemente, fue y te pidió el favor en mi nombre ¿no es así?

—Exacto— Jessica soltó un resoplido de exasperación.

— ¿Por qué no dijiste la verdad?

— ¿Y que le iba a decir?—Preguntó con un tono de voz un poco alto.

—La verdad. Que tú y yo no estamos comprometidos.

— ¿Y crees que iba a funcionar? No conoces a la señora Mitchells…

—No, no la conozco pero, gracias a ti, la conoceré dentro de poco— respondió Lucas sin cambiar su tono de voz.

— ¿Gracias a mi? ¿De que estás hablando?—le preguntó molesta.

Lucas movió un sobre frente a ella. Esta no esperó que él le dijera nada y se lo quitó de las manos. Abrió el sobre dirigiéndole a Lucas, de vez en cuando, miradas recelosas; luego se dispuso a leer el contenido del mismo.

— ¿Qué…que es esto?

—Es una invitación para nuestra “fiesta de compromiso”, mi querida Jessica.

La joven se quedó helada al darse cuenta de que lo que había leído no era parte de ninguna broma de mal gusto. Esa invitación era tan real como el hecho de que dentro de una semana todo el mundo estaría en la casa de la señora Mitchells esperándolos. Se sintió débil de pronto y la invitación se le resbaló de las manos. Lucas la agarró de los hombros y la zarandeó suavemente para hacerla reaccionar.

—Esto…esto no puede estar pasándome. Esto no puede estar pasando. Esto…esto es una pesadilla— decía en voz baja con la mirada perdida.

—No lo es, Jessica. Esto es real. Dentro de poco tú y yo seremos oficialmente prometidos. A menos…

— ¿A menos qué?—preguntó alzando la cabeza y mirándolo fijamente, con sus grandes ojos marrones llenos de ansiedad.

—A menos que le digas la verdad a la señora Mitchells.

Jessica desvió la mirada y se abstuvo de responder. Se separó bruscamente de él y se puso de pie rápidamente.

—No…debe haber otra forma.

—No hay otra forma, Jessica.

— ¿Tu porque estás tan tranquilo? Deberías estar tan desesperado como yo ya que no buscaste esto. No te entiendo…

—No tengo razones para estar tan desesperado como tu. A mi no me molesta que las personas de este pueblo crean que estoy comprometido contigo porque se que no es cierto. Mientras no me afecte, no me importa el que dirán.

—Para ti todo esto es fácil ya que tarde o temprano te iras del pueblo y yo tendré que quedarme aquí, soportando todas las indirectas que me lanzaran cuando te vayas. Estoy segura de que todo el mundo querrá saber por qué te fuiste y me dejaste aquí si se suponía que estamos comprometidos…

—Jessica, te estás ahogando en un vaso de agua— Lucas se puso de pie y le puso una mano en el hombro mientras le hablaba— Estoy seguro de que si le dices la verdad a la señora Mitchells entenderá. Dile que todo esto fue una broma de parte de Margaret y listo.

—Definitivamente no se puede hablar contigo. No entiendes razones.

—Eso debería decirlo yo— se defendió con una sonrisa.

Jessica no se había percatado de que la mano de Lucas aun permanecía sobre su hombro ni de la cercanía que había entre ellos. Estaba demasiado absorta en sus preocupaciones como para enfocarse en su resentimiento hacia el apuesto joven que tenía al frente.

Levantó la cabeza para estudiar su rostro y se molestó al ver que seguía igual de tranquilo. No entendía porque él se comportaba así ya que, desde su punto de vista, debería estar tan o mas enojado que ella. Él tampoco había buscado terminar enredado en un compromiso falso pero ahí estaba, impávido y con una pequeña sonrisa en el rostro.

— ¿Estás dispuesta a soportar todo lo que se te viene encima? Sabes que si no detienes esto ahora no podrás hacerlo. Si no vas a hablar con la señora Mitchells ahora mismo, la fiesta de compromiso se hará pública— cuestionó Lucas mientras le ponía, inconcientemente, un mechón de cabello detrás de la oreja.

— ¿A qué te refieres?

—A que no han enviado las invitaciones aún. Por lo menos no la habían enviado cuando vine a hablar contigo.

Jessica soltó un suspiro y Lucas rió ante esto.

— ¿Cómo quieres que te diga que no le voy a decir la verdad a la señora Mitchells?

Lucas se puso serio de pronto y Jessica se sorprendió del cambió de actitud que experimentó.

— ¿Por qué, Jessica? ¿Por qué estás tan negada a decirle la verdad a la señora Mitchells? ¿Es porque de verdad quieres casarte conmigo y solo estas fingiendo que todo esto te molesta para que todo el mundo crea que no sientes algo por mí?

Jessica lo miró con todo el odio que sus ojos podían demostrar. Lucas no se sintió intimidado ni se arrepintió de haber provocado la furia de la joven. Esa era una pregunta que rondaba su cabeza desde el día que Margaret le había contado lo del supuesto compromiso. Según él, todo eso se hubiese solucionado si a Jessica se le hubiese ocurrido decir la verdad. Todavía estaba a tiempo de hacerlo pero ella estaba negada. ¿Por qué? ¿Qué motivos tenia para no querer decir la verdad?

Jessica dio un paso hacia atrás haciendo aún más grande la distancia entre ellos. Se cruzó de brazos y respiró hondo dispuesta a responderle pero no pudo hacerlo. Tenía un nudo en la garganta que no la dejaba decirle a Lucas todo lo que pensaba.

Trató de nuevo pero fue igual. Era como si se hubiese quedado muda de pronto. Como si las palabras estuviesen negadas a salir. Todo esto pasaba debido a que la pregunta de Lucas le había recordado algo que hubiese querido dejar olvidado en lo más recóndito de su cerebro. Ese “algo” era lo único que le impedía romper ese compromiso falso que la ataba a Lucas aun cuando quería mantenerlo alejado.

Eso era lo que la había convertido en el ser taciturno y solitario que era en esos momentos. Alzó la vista y descubrió que Lucas tenía una expresión que denotaba su ansiedad y desconcierto. Él aún esperaba una respuesta y ella no se sentía capaz de darle la que se merecía, o por lo menos, la que ella quería darle.

—No te hagas ilusiones. Yo lo que menos quiero es casarme con un perdedor como tu. Todo esto lo hago porque no me queda de otra, que te quede claro— aclaró con unas palabras que estaban lejos de ser las que había pensado en un principio pero que, por lo menos, tuvieron el mismo efecto.

—No tienes que ser tan grosera— respondió mientras desviaba la mirada para que ella no notase la tristeza que reflejaban sus ojos; movimiento que fue en vano ya que ella ya se había dado cuenta— Te lo pregunté solo porque sentía curiosidad.

Jessica no dijo nada más. Estuvieron en silencio un buen rato— Jessica mirando las aguas del lago y Lucas mirando las vastas extensiones del bosque— mientras sopesaban todo lo que les había pasado en las últimas semanas.

Nada de lo que había pasado había sido porque se lo habían buscado sino por la intervención de otra persona que creía fervientemente que lo que hacia era lo correcto o lo mejor. Podía ser que tuvieran razón y que al final las cosas terminarían bien pero los hechos indicaban lo contrario.

Lucas podría decir que de no haber sido por Jackeline— su madre— no se hubiese embarcado en la búsqueda de Jessica y tampoco la hubiese encontrado. Se hubiese ahorrado muchos disgustos y no hubiese conocido la nueva personalidad de la joven que antaño había sido su mejor amiga. Hubiese preferido no volver a verla y conservar gratos recuerdos de ella antes que ver el odio reflejado en sus ojos.

Jessica, por su parte, tenía una lista mucho mas larga de personas a las cuales podía echarles la culpa. En primer lugar estaba el propio Lucas. Ella lo culpaba por haber llegado al pueblo a poner su vida de cabeza. También estaban Brian Debrand y su madre. Luego le seguía Margaret que había pasado de ser su mejor amiga y confidente a la traidora que había cavado su tumba. Y, finalmente, estaba Ángela Mitchells, que con su dichosa fiesta terminaría por lanzarla al agujero que había cavado Margaret.

Esas, a excepción de Lucas, eran de las pocas personas en todo el pueblo en las que podía confiar y las cuales, de una manera u otra, habían traicionado la confianza que les había dado; principalmente Brian.

Sintió una punzada de dolor al pensar en lo que él le había hecho y sus ojos, sin que pudiera evitarlo, se llenaron de lágrimas; lágrimas que no llegó a derramar. Hacía tiempo que se había prometido que nunca lloraría por un hombre y no iba a romper su promesa, mucho menos delante de uno.

Levantó la cabeza y buscó a Lucas con la mirada. Él seguía mirando en dirección al bosque pero era más que obvio que sus pensamientos estaban muy lejos de esos árboles. Ella, suavemente, lo sacó de su ensimismamiento.

— ¿Por qué haces esto? ¿Por qué quieres ayudarme?

— ¿Quién sabe?—respondió con calma— Tal vez lo hago porque estoy loco o porque una parte de mi aun cree que eres la misma Jessica que conocí.

Ella se dio la vuelta y se dispuso a caminar hacia el bosque, rumbo a su casa.

—Ambas respuestas se pueden resumir en una sola— afirmó mientras caminaba; sin darse la vuelta para mirarlo— Lo haces porque estás loco.

Lucas sonrió. No tenía nada que refutar ya que en el fondo él también pensaba que estaba loco, aunque no de la forma que ella creía.


***

Los últimos días de mes de abril habían sido los más desastrosos. Llovía a cantaros casi todo el día y, cuando no, hacia tanto calor afuera que era imposible salir a tomar un poco de sol y aire fresco.

Jessica, entusiasmada, pensó que la fiesta— que sería el primer sábado de Mayo— sería cancelada o por lo menos aplazada, pero eso nunca pasó. Ángela no hubiese cancelado esa fiesta aunque hubiese amenaza de tormenta. Por eso, cuando se despertó aquel fatídico sábado, no se sintió desilusionada al ver que el sol brillaba con todo su esplendor y que venia acompañado de una fresca brisa. Si todo seguía así, a la hora de la fiesta el clima estaría perfecto… “Lamentablemente” pensó Jessica antes de ponerse de pie y dirigirse al baño.

Salió de su habitación tratando de no pensar en lo que tendría que hacer esa misma noche cuando algo, en el hall, llamó su atención.

Dos empleadas se dirigían al salón con unos hermosos y coloridos ramos de flores. Uno era de crisantemos, otro de rosas blancas y rojas y los otros dos eran una armoniosa y hermosa combinación de varias flores. Extrañada por lo que veía, bajó rápidamente las escaleras rumbo al salón. Al entrar, vio a Margaret de espaldas a la puerta hablando con alguien a quien no podía ver, mientras las empleadas colocaban rápidamente las flores en agua.

— ¿Qué es todo esto?—cuestionó sobresaltando a los presentes.

Las empleadas se dieron la vuelta y salieron rápidamente del lugar después de un “con su permiso, señorita” y de una pequeña reverencia. Margaret se dio la vuelta para dirigirle una mirada seria a la joven mientras que su acompañante quedaba a la vista. El rostro de Jessica se contorsionó en una mueca de disgusto mientras que la expresión del rostro del visitante se transformaba en una expresión de sorpresa.

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