Noticia, historias.  

Posted by: La Premonición

Hola a todos los lectores de este blog.

Debido a una serie de mensajes anónimos que he estado recibiendo en favor de saber si continuare las historias aquí publicadas, he decidido hacer esta entrada.

El blog esta en hiatus, lo ha estado desde algún tiempo ya, debido a que me he estado enfocando en otra de mis historias. Eso no significa que no terminaré las historias, sólo que no lo haré por el momento.

Si les interesa leer algo mio, actualizado con frecuencia, les recomiendo que pasen por mi perfil en fictionpress: Lizzy Kim, y lean las historias que tengo allí.

"La Premonición" es la historia en la que he estado enfocada durante los últimos años, por lo que encontraran bastante que leer al respecto.

Lamento mucho no poder ofrecerles nada más que esto. Prometo que inmediatamente termine con ese proyecto (al cual no le falta mucho), continuaré los demás.

Besos, y gracias por leer y comentar.

Atte.: Lizzy Kim.

PD: si encuentran algún error ortográfico en esta entrada, lo siento. Fue realizada desde el celular, por lo que comprenderan, es común que se cometan algunos errores.
Enviado desde mi BlackBerry® de VIVA

Capítulo 16  

Posted by: La Premonición

Cuando el auto se hubo estacionado frente al pórtico de entrada, Jessica se bajó del auto y se adentró en la casa en busca de una empleada que la ayudase con el equipaje, mientras Margaret lo cuidaba al tiempo que charlaba con el chofer. Y aunque la joven se mostraba serena y segura de sí misma, se estaba desmoronando por dentro. El terror estaba haciendo mella en su cuerpo, debilitándola.

Al entrar a la casa, fue recibida por dos jóvenes empleadas que la miraron de arriba abajo con expresión escrutadora y lo que parecía ser desdén y desconfianza, pero sólo fueron unos breves instantes porque inmediatamente se inclinaron en una pequeña reverencia y le dieron la bienvenida a la casa.

Una de las jóvenes se dirigió hacia el salón principal de la casa con pasos apurados y volvió casi al instante con un Ariel que rezongaba por haber sido sacado casi a la fuerza del salón. Este se quedó estático en su lugar, mirando hacia la puerta de entrada donde una desconcertada y asustada Jessica miraba hacia todos lados con aire de sentirse fuera de lugar, atrapada.
El estado de asombro de Ariel fue sustituido por la alegría que sintió al ver a su adorada hermana por lo que, sin importarle las curiosas empleadas que miraban a uno y otro con cara de no entender nada, se lanzó hacia ella y le dio un fuerte y efusivo abrazo mientras daba vueltas con ella en brazos.

— ¡Suéltame, Ariel, no seas bruto!—se quejaba Jessica mientras su hermano seguía estrujándola y girando.

—No voy a soltarte; aun no estoy seguro de que seas real y no un espejismo creado por mi subconsciente gracias a las copas que me he tomado.

—Te aseguro que no soy un espejismo y que no estás borracho, así que suéltame—le ordenó, poniendo mayor énfasis en la última palabra.

Ariel no tuvo otra opción más que soltarla, pero no por eso dejó de mirarla como si realmente no fuese ella y estuviese hablando solo o con una aparición.

— ¿Qué haces aquí?—preguntó con ansiedad.

Jessica giró la cabeza en un gesto que podía ser visto como una forma de escapar de la intensa mirada de Ariel, pero en realidad fue para que no viera la expresión sombría de su rostro. Su hermano estaba tan feliz esa noche, lo menos que ella quería era arruinarle su felicidad.

—Es una historia un poco larga y ahora estoy muy cansada para contártela— Ariel iba a replicar pero ella lo interrumpió con un movimiento de su mano— Prometo hacerlo.

—Bien. Ahora dime, ¿dónde están Lucas y Margaret?— preguntó mientras miraba a todos lados para ver si los encontraba por ahí. A Jessica ese gesto le causó gracia.

—Lucas está en su casa… supongo. Y Margaret está afuera con las maletas. Lo que me recuerda— esto último lo dijo en voz baja antes de dirigirse a las dos empleadas que seguían mirando la escena sin comprender. — ¿Podrían encargarse de las maletas?

Las empleadas se miraron sin saber que hacer o decir. Ella era una desconocida, una recién llegada (lo que explicaba por qué estaba vestida con ropas normales —aunque hermosas y elegantes— y no de gala como los demás invitados a la fiesta) por lo que no tenían que obedecer sus órdenes. Pero, como se llevaba tan bien con Ariel y parecía un miembro de la familia, no sabían si obedecerla o no.

—Les estoy hablando— dijo Jessica, molesta. —Vayan y ayuden a Margaret con las maletas.

Nada. Las empleadas seguían sin reaccionar. Jessica soltó un bufido de exasperación.

— ¡Ariel! — El susodicho salió de su ensoñación con un respingo— Tus empleadas no quieren obedecerme así que hazte cargo— le ordenó, mientras se cruzaba de brazos.

Ariel se dio la vuelta, muy en contra de su voluntad ya que no quería quitarle los ojos de encima a su hermana (no fuese que desapareciera o algo similar) y les dijo a las empleadas que de ahora en adelante tendrían que obedecer todas y cada una de las ordenes de Jessica porque ella era la señorita de la casa. Las empleadas, después que salieron de su sorpresa y después de varias reverencias mientras se disculpaban, se apresuraron a ayudar a Margaret con el equipaje.

—A pesar de todo, me alegra que estés aquí— le dijo Ariel más calmado, mientras tomaba una de las manos de su hermana, la besaba y le acariciaba el rostro con la mano que le quedaba libre.

Aquel íntimo momento fue interrumpido cuando escucharon a alguien llamar a Ariel con insistencia. Jessica, por inercia, trato de huir pero Ariel apretó el agarre que ejercía sobre su mano mientras le susurraba que estuviese tranquila.

—Con que aquí estabas. Y yo que…— sólo atino a decir la mujer antes de percatarse de que su hijo mayor no estaba solo.

Después, todo fue silencio y miradas cargadas de asombro durante un rato largo, hasta que Ariel cortó el silencio con una frase que confirmaba la presencia de Jessica y que le decía a Jocelyn: “tú no estás loca. Ella está aquí, está aquí”.

—Mire quien está nuevamente con nosotros, madre. Es Jessica.

Jocelyn avanzó unos cuantos pasos, con el rostro desencajado por la sorpresa. Iba a decir algo, iba a hacer algo, pero su acción fue interrumpida por la apertura de la puerta de entrada y por el paso acelerado de las dos empleadas que entraban cargando unas pesadas maletas, acompañadas de Margaret. Esta última se detuvo a medio camino de la escalera al ver la escena; o más bien, al percibir la tensión reinante en el lugar.

Ariel esperaba que su madre perdiera la compostura y se olvidara de que tenía el salón repleto de invitados y se pusiera a gritarle a Jessica por haber huido de casa siendo una niña, por haber puesto en peligro la reputación de la familia Smith y del negocio familiar. O, por lo menos, esperaba que se mostrase eufórica y feliz por tener a su pequeña hija nuevamente en casa, con ella. Pero no, nada de eso pasaba. Ella permanecía en silencio, con los ojos bien abiertos mirando a su hija y a la mujer que la acompañaba alternativamente, como si aun no creyese que estaban ahí.

Las empleadas, ajenas a la situación (obviamente después de, en un principio, haber saciado su curiosidad) y siguieron con su camino, prácticamente arrastrando las maletas por las escaleras, hacia las habitaciones del segundo piso; dejaron ambas en la habitación que le había pertenecido a Jessica cuando era más joven ya que no sabían con exactitud cual maleta le pertenecía a la dama de compañía y cual a la joven.

Después de haber realizado su labor, entre especulaciones y cometarios indiscretos, regresaron al vestíbulo, les informaron a los presentes lo que habían hecho con las maletas y luego regresaron al salón para seguir atendiendo a los invitados.

Margaret, cansada ya de tanto mutismo y tensión, decidió tomar la palabra.

—Es un placer conocerla al fin, señora Smith. — la saludó con una pequeña reverencia. A Margaret le pareció que Jocelyn era el tipo de mujer que adoraba que la gente le dedicara reverencias y la trataran como su fuese una reina.

Aquel gesto sirvió para sacar a Jocelyn de su asombro y concentrarla en la realidad. Tomó aire, se enderezó y se dirigió a su hijo.

—Ariel, busca a tu padre… discretamente.

El susodicho se dirigió rápidamente hacia el salón después de dirigirle una significativa mirada a su hermana. Jocelyn, por su parte, hizo una pausa en la que se acomodó el vestido, se pasó la mano por el pelo para retocarse su elaborado peinado y respiró profundo para recuperar la compostura y volver a su estado normal. Luego de todo eso, caminó hacia su hija y, sin que esta se lo esperase, la abofeteó siendo Margaret la única testigo de este hecho.

—Esto es por haberme hecho sufrir durante tanto tiempo, niña tonta y malcriada— le dijo antes de envolverla con sus brazos en un abrazo.

Cuando Edmond y Ariel llegaron, encontraron a Jocelyn abrazando a una sorprendida Jessica que no correspondía el gesto de su madre.

—Así que es cierto— musitó Edmond con notable alegría— mi pequeña hija está de regreso.

Ariel sonreía al ver la alegría de su padre, contrario a Jessica que no dejaba de pensar “son unos hipócritas. Todos son unos estúpidos hipócritas”. Ella sentía que todo ese drama no era más que para guardar las apariencias. Ella sabía que la única razón por la que se alegraban era por su futura boda con un miembro de la importantísima familia Henderson, lo cual los beneficiaria no tanto económica sino también socialmente. Todo era por su beneficio y no porque se alegraran de tenerla de vuelta.

Si de verdad la quisieran la hubiesen buscado antes y era seguro de que la iban a encontrar; no estaba muy lejos, de todas formas. Y si Lucas la había encontrado sin siquiera estar buscándola, ¿por qué ellos no iban a correr con la misma suerte?

Jocelyn deshizo el abrazo y le dio un beso en la mejilla en la que la había golpeado. Edmond se acercó a su hija y la abrazó fuertemente durante un rato que a Jessica se le hizo eterno; pero, contrario que con su madre, tuvo la delicadeza de corresponderle el abrazo. Pero aun así se sentía incomoda, fuera de lugar, incluso más que antes.

Ariel y Margaret sólo se limitaban a mirar lo que parecía ser una hermosa escena de reencuentro cada uno desde su lugar (Ariel al lado de su madre y Margaret un poco más atrás de Jessica). La dama de compañía, contrario a Ariel que se mostraba feliz y complacido con toda esa situación, estaba preocupada por Jessica y por lo que su madre pudiera hacerle como castigo por haber huido.

Había algo en esa fina mujer de apariencia impecable que no le gustaba. Parecía ser una de esas personas que viven de las apariencias; una mujer que con los vecinos es dulce y amable, pero para los miembros de su familia es alguien de armas tomar.

Puede que se equivocara y que el hecho de que hubiese abofeteado a Jessica la hubiese predispuesto a verla como a la mala de la historia pero era mejor, en este caso y teniendo en cuenta las cosas que Jessica le había dicho sobre ella (y la expresión que ponía cada vez que escuchaba hablar de su madre) mantener los ojos bien abiertos, por si las dudas.

Edmond, después de un rato de abrazar y hacerle preguntas a una Jessica dispuesta a responder con movimientos de cabeza y monosílabos, quiso arrastrarla hasta el salón pero esta se negó con la excusa de que ella y Margaret estaban cansadas por lo del viaje y que lo único que querían en esos momentos era descansar. Edmond reparó por primera vez en la presencia de la mujer y se acercó a ella para saludarla y agradecerle por haber cuidado de su hija.

—Sólo será un momento, Jessica— volvió a insistir con su petición.

—Me encantaría, padre, pero de verdad estoy muy cansada. Además, no estoy vestida adecuadamente para una fiesta. ¿Qué dirán sus invitados?

—Eso no es problema— intervino Jocelyn, y Jessica sintió un escalofrió recorrer su columna. — Los invitados lo entenderán cuando se les diga que acabas de llegar de viaje. Y como bien dice tu padre, sólo será un momento.

— ¿Qué dices, hija? ¿Aceptas?

No le quedaba de otra más que aceptar. Aunque prefería estar en cualquier lugar menos en ese salón atestado de desconocidos tendría que estar ahí porque su madre, con esas simples e inocentes palabras, le había dejado bien en claro que no tenía otra opción. Siempre fue así.

—Está bien, acepto. Pero, por favor, ¿alguien podría encargarse de Margaret? Me gustaría que descansara.

—Yo lo hago, Jess. No te preocupes. — ella le dedicó un débil “gracias” a su hermano mientras era prácticamente arrastrada hacia la fiesta por una impaciente Jocelyn.

—Venga, Margaret, llevémosla a su nueva habitación— la invitó mientras le tendía la mano galantemente para que ella la tomase.

— ¿Cómo cree que estará la señorita Jessica?

—Estará bien, no se preocupe. Yo voy a estar con ella, recuérdelo.

Pero Margaret no se sintió mejor al escuchar sus palabras.


***


El lugar, tal cual ella lo esperaba, estaba lleno de personas que charlaban alegremente o bailaban en la improvisada pista de baile que formaron en el centro del salón. Algunas personas estaban cerca de las mesas en donde se encontraban los bocadillos, tomando algunos de las bandejas mientras charlaban o recorrían el lugar con la mirada.

Los empleados encargados de atender a los invitados, se paseaban de un lado al otro, tratando de no chocar con nadie, portando unas bandejas plateadas con algunas copas de champaña; otros llevaban vino y algunos, bocadillos.

Cuando los anfitriones llegaron, iban a ser nuevamente abordados por algunos ansiosos invitados pero Jocelyn lo impidió dirigiéndose directamente hacia el lugar en el que estaban los músicos para pedirles que dejaran de tocar por un momento. Todos los invitados centraron su atención en ella y no en las dos personas que entraban al salón en esos momentos. Jocelyn, sin titubear ni un solo segundo, tomó la palabra.

—Queridos familiares, amigos, socios, gracias por venir. La verdad es que es un placer para nosotros tenerlos a todos reunidos aquí esta noche en una fiesta que al principio no tenia motivo. Al principio, esta sólo era una reunión de amigos pero ahora, con la sorpresiva llegada de alguien muy importante para los Smith, esta ha pasado a ser una celebración. Pido un aplauso por mi hija menor, Jessica, que acaba de regresar a casa.

Hubo gemidos de exclamación y sorpresa, e incluso, algunos se pusieron a otear para localizar a la recién llegada que permanecía oculta detrás de su padre.

—Jessica, hija —la llamó Jocelyn— no seas vergonzosa y acércate.

La joven nuevamente obedeció a su madre sin chistar y se encaminó hacia el escenario donde una sonriente y más que complacida Jocelyn la esperaba. Mientras se dirigía hacia allí, escuchaba algunos murmullos sobre ella, pero no les dio importancia; ella sabía de antemano que todas las personas de ese pueblo iban a pasarse sus tardes hablando de ella, ya sea bien o mal, y haciendo especulaciones sobre su boda y su repentina llegada al pueblo.

También pudo fijarse que otras personas esbozaban tiernas y cálidas sonrisas cuando pasó por su lado; otros solo se limitaron a dirigirle un movimiento de cabeza.

Cuando estuvo en el escenario, su madre la instó a que le dedicara unas palabras a los invitados, los cuales estaban ansiosos por saber más sobre la recién llegada.

—Lamento mucho que me hayan tenido que ver de esta forma. La verdad es que me hubiese gustado presentarme ante ustedes con una apariencia mucho más acorde con la festiva ocasión pero, como comprenderán, acabo de llegar de viaje y lo que menos esperaba era una fiesta— sonrió más abiertamente para darle más credibilidad a sus palabras— Pero, de todas formas, me alegra haber venido justamente esta noche porque así tendré la oportunidad de conocerlos y charlar con ustedes, si es que me dan la oportunidad, claro está.

Algunas personas, al ver la actitud de la joven, se acercaron al escenario para entablar relaciones. Madre con hijos adolescentes a los cuales les buscaban una esposa con desesperación, hombres solteros que la veían como una candidata para ser su prometida, o simplemente, algunos viejos amigos de la familia que la conocían desde que era pequeña y que solo querían saludarla y saber cómo se encontraba.

Su madre la dejó sola con toda esa gente que lo único que quería era buscar la forma de unir sus lazos con los de los Smith, y se dirigió hacia donde estaba su esposo charlando con los Henderson.

—Debes estar feliz, Jocelyn; por fin tienes a tu hija contigo— le dijo William cuando la tuvo cerca.

—Sí, y esta vez no dejare que se me escape… No quiero que mis nietos nazcan lejos de mí.

—Jessica se ha convertido en una jovencita muy bonita, ¿no lo creen? —Musitó Jackeline mientras la observaba— Siempre supe que lo seria pero nunca hasta que punto. Estoy tan feliz de tenerla como nueva.

—Y nosotros de tener a Lucas como yerno—respondió Edmond— Y hablando de él, ¿sabían ustedes algo sobre esto?

—No, nada. También fue una sorpresa para nosotros—contestó William— Hace tiempo que no recibimos una carta de Lucas, por lo menos es lo que pienso. Tal vez Lucas haya enviado alguna y Jackeline no me lo dijo.

Todos rieron. William tenía la costumbre de culpar a su esposa de esconderle las cosas, aunque solo lo hacía para molestarla. Esa mala costumbre suya era bien conocida por los Smith que llevaban años de relaciones con ellos. Al igual que los Henderson sabían la verdad sobre la desaparición de Jessica.

Cuando la chica se fue de su casa, a las únicas personas a las cuales ellos les contaron la verdad fue a los cuatro miembros de la familia Henderson. A los demás —a todo el que osaba preguntar por la menor de los Smith— les decían que se había ido a estudiar a otro pueblo y que estaba hospedada en casa de unos tíos. Nadie pareció dudar de sus palabras por lo que no se levantaron calumnias en contra de los Smith y todo siguió con total normalidad.

Algunas personas allegadas a la familia, de vez en cuando preguntaban por la chica, pero su curiosidad quedaba satisfecha con un “está muy bien, gracias por preguntar”. Otras veces se inventaban una que otra cosa creíble sobre ella, y asunto resulto.

Así pasaron aquellos seis largos años.

Cuando Jessica pudo deshacerse de toda aquella molesta gente, media hora después, se dirigió hacia donde estaban sus padres para preguntarles si podía irse a su habitación a descansar. Pero al final no pudo hacerlo porque los Henderson seguían allí hablando con ellos. Y eso, que pensaba que se iba a librar de ese encuentro por lo menos esa noche.

La dulce Jackeline se lanzó hacia ella para abrazarla seguida por su esposo, los cuales se mostraron realmente felices por tenerla de vuelta. Le hicieron preguntas sobre cómo le había ido en esos años, pero sobre todo sobre como la había estado tratando el tonto de su hijo, sobre cómo se sentía y un sin número de cosas más que no logró entender.

Ella respondió de buena gana y como pudo aquel inesperado interrogatorio sintiéndose mejor de lo que esperaba con ese encuentro. Incluso se dio el lujo de reír con sinceridad ante uno de los comentarios de William.

Todo marchó a la perfección hasta que a Jocelyn se le ocurrió preguntar por el mayor de los Henderson.

Jessica se puso tensa y perdió el reciente color rosado que habían adquirido sus mejillas. Ariel — que había llegado a la fiesta desde hacía tiempo y llevaba otro rato revoloteando cerca de donde su hermana charlaba con sus futuros suegros— apareció de repente cerca de ellos y se llevó a Jessica al solitario balcón, con la excusa de que no había tenido la oportunidad de estar con ella ni un solo minuto desde que llegó. A Jocelyn no pareció gustarle este hecho, pero aparte de la ligera mueca de desagrado que apareció en su rostro, no dio más muestras de ello.

—Gracias— sólo atinó a decir Jessica, con un hilo de voz.

Temblaba y Ariel se dio cuenta, por lo que se acercó a ella y la abrazó fuertemente y le dio varios besos en la cabeza. Jessica, por su parte, hundió la cara en el pecho de su hermano y se dejó consentir, al tiempo que le correspondía el abrazo. Lo necesitaba. Necesitaba esa muestra de afecto más que nunca y, a pesar de su enojo y frustración, deseó que fuese su novio el que estuviese en esos momentos con ella.

Quería que la abrazara y la besara y le dijese al odio que todo iría bien y que no tendría de que preocuparse. Sin querer, pronunció su nombre en un tono que parecía un quejido de dolor, y su hermano no pudo evitar sonreír ante este hecho. Era obvio que desconocía lo que pasaba entre la pareja.

—Te has ablandado, Jessica. — le dijo, después de darle otro beso en la cabeza con cierto aire divertido. — Cada vez te pareces mas a la Jessica de antes y eso me alegra muchísimo; estoy seguro de que Lucas también está feliz debido a esto.

—No me menciones a Lucas, por favor.

—Pero si acabas de gimotear su nombre, Jess— respondió con burla.

—Eso fue un desliz. — Suspiró. — Por favor, Ariel, llévame hasta mi habitación. Quiero, necesito descansar.

Ariel se separó de ella y le pasó un brazo por los hombros mientras la guiaba entre los invitados para sacarla del salón. Escuchó que alguien lo llamaba y con la mano izquierda hizo un movimiento indicándole que se esperase un momento. Ahora estaba con su hermana y nada ni nadie en todo el mundo era más importante que ella.

Ya en el vestíbulo, subieron la gran escalera para llegar al segundo piso y buscar el pasillo donde se encontraba la habitación de su hermana, que era la segunda a mano derecha; una habitación antes y una después estaban las de Ariel y Margaret respectivamente. Ya en el pasillo, Ariel la dejó frente a la puerta de su habitación.

—Tus maletas ya están dentro y lo más seguro es que tu ropa y tus cosas ya estén organizadas. Así que sólo tienes que darte un buen baño de tina y acostarte. — le dio un casto beso en la frente, que duró más de lo normal, como si de esa forma quisiese o lograse hacerla sentir mejor. —Buenas noches, princesa.

—Buenas noches— le respondió algo sorprendida. Hacía años que él no se despedía de ella de esa forma. Esbozó una diminuta sonrisa y entró a su habitación.

Jessica no podía quejarse, tenía al mejor hermano del mundo. Amable, cariñoso, tierno, divertido, atractivo, responsable. Ariel era un lechado de virtudes y ella estaba segura de que la mujer que se casase con él, sería infinitamente feliz.

Ella, por más que quisiese ocultárselo a él, era feliz entre sus brazos, cada vez que él le daba algún beso o le susurraba que todo estaría bien. Se sentía bien, pero sobre todo, segura, porque sabía que si un día Lucas no estaba para detener su caída, Ariel estaría ahí para sostenerla y abrazarla con aquellos fuertes brazos.

Ariel siempre había cuidado de ella con más pasión de la que cualquier hermano lo haría. Jessica fue y era su todo no importaba lo que pasase entre ellos. No importaba cuan mala, ruda, arisca y odiosa ella fuese con él. Ariel siempre la querría y ella haría lo mismo con él.

Para Jessica, Ariel siempre había sido realmente importante. En la primera persona en la que pensaba cuando estaba feliz, cuando estaba triste, cuando estaba en problemas; cuando estaba preocupada por algo y no sabía qué hacer. Incluso llegaron a dormir juntos en varias ocasiones.

Algunas veces porque ella no podía dormir y confiaba que entre los brazos de su hermano lo lograría. Otras, porque tenía miedo por las historias que una de las empleadas le contaba antes de irse a la cama. Y otras veces porque no quería estar sola.

Sus padres, ni su nana, ni ningún empleado se enteró de esto porque si lo hubiesen hecho, los habrían enviado a cada uno a lugares distintos para “impedir que lo mal hecho siguiese haciéndose”, como solía decirle Jocelyn.

Ellos dos no eran los típicos hermanos y su relación distaba mucho de ser muy normal; pero a ellos no les importaba. A pesar de los años, de la distancia, de las peleas y de los enojos de Jessica, seguían queriéndose y preocupándose el uno por el otro.


***


Ariel estuvo en la fiesta hasta que esta dio fin, pero fue sólo físicamente, porque su mente y corazón estaban con su hermana. Estaba preocupado, para que negarlo. Jessica era tan frágil, tan delicada (aunque ella se empecinaba en decir lo contrario) que estaba seguro de que toda esa situación terminaría haciéndole daño.

Cuando todo terminó y estuvo seguro de que su madre no lo necesitaba más, se dirigió hacia su habitación dispuesto a acostarse. Ese había sido el día mas largo y cansado de su vida.

Se desvistió lo más rápido que pudo y dejó la ropa sobre una silla. Luego se metió en la ducha, deseando que el agua se llevase consigo todo el estrés que había acumulado ese día gracias a su madre y su fiesta. Cuando hubo terminado de asearse, se vistió allí mismo sólo con el pantalón del pijama y se colocó una toalla alrededor del cuello para ir secándose su alborotado cabello castaño claro.

Al salir, se encontró sentada sobre su cama a su hermana, con las piernas estiradas y enseñando mas piel de la que él estaba acostumbrado a verle. No sabía si decirle que se cubriese o hacerse el de la vista gorda. Era su hermana, era cierto, pero no por eso ella tenía que mostrar más de lo debidamente necesario. Esa no era una actitud propia de una señorita decente, aunque respecto a Jessica uno nunca sabía que esperar.

— ¿Qué haces despierta a esta hora? —le preguntó, mientras se sentaba en la cama.

—Acabo de darme cuenta de qué es lo que ven las chicas en ti—alegó con una sonrisa, sus ojos vagando por el cuerpo de Ariel sin ningún tipo de pudor, mientras acariciaba con el índice derecho el pecho desnudo de su hermano.

—Por fin te diste cuenta de lo encantador que soy, ¿verdad? Es que soy irresistible, hermanita. —Jessica esbozó una sonrisa triste a modo de respuesta.

Ariel lanzó la toalla que tenía sobre los hombros hacia la silla donde se suponía que estaba la ropa que se había quitado, y se acercó a Jessica para abrazarla, ignorando el hecho de que tenía el torso desnudo.

— ¿Quieres contarme lo que pasó?

— ¿No te lo imaginas? —él negó con la cabeza. —Lucas se empecinó en venir hasta acá y por más que traté de disuadirlo, no cambió de idea. Siempre tan terco, siempre pensando en él y sólo él. ¿Y yo qué? ¿Acaso no importa lo que yo quiera? ¿Acaso esto tiene algo que ver con que él sea el hombre, el supuesto “sexo fuerte”?

—Eh… No creo que la cosa vaya por ahí, Jessica. — alegó separándola de él. — Tal vez sólo quería ver a sus padres; no puedes culparlo por eso.

— ¿Lo defiendes aun sabiendo que yo salgo perjudicada? — le dijo con la rabia escurriéndose entre cada palabra. Él ya estaba pensando que se había tardado demasiado en mostrar su “adorable” carácter.

—No lo defiendo, cariño. Sólo trato de, no sé, encontrarle respuesta a todo esto.

—Él me dijo que quería ver a sus padres…

— ¿Ves? Tenía razón.

—…Y decirles—continuó, ignorando por completo la interrupción. — que estábamos comprometidos y todo eso.

—Pero si ya lo saben. Aquí todo el mundo lo sabe (nuestros padres y los de Lucas quiero decir) y espera con ansias el día de la boda.

—Pero él quería hablar con ellos sobre eso, no sé por qué. Decía una y otra vez que quería decírselos él mismo sin intermediarios. Que tenía que hacerlo él. Es algo realmente estúpido y es por esa estupidez que estoy aquí. Debí golpearlo para que entrara en razón.

—No es por defenderlo ni poderme de su lado, Jess, pero si yo hubiese estado en su lugar hubiese hecho lo mismo. Hubiese querido gritarle a medio mundo que estaba por casarme con la mujer más hermosa y maravillosa del mundo. Aunque coincido en que es algo tonto. Si Jackeline y William lo saben, ¿para qué decírselos otra vez?

Jessica lo miró seria y fijamente durante un rato largo, antes de hablar.

—Estas raro, Ariel. —él le sonrió. Era una sonrisa enorme y hermosa, que le provocó a Jessica unas enormes ganas de lanzarse hacia él y abrazarlo.

—Sí, lo sé, pero no me culpes. Supongo que el hecho de tenerte aquí, en La Esperanza, me hace sentir como si nunca te hubieses ido y nada de aquello hubiese pasado. Me hace sentir como si fueses mi pequeña hermanita otra vez. —ella suspiró.

—Yo no dejo de sentir ganar de huir. Me siento incomoda en este lugar.

—No deberías, esta es tu casa. —Jessica se removió en la cama y se apoyó del pecho de su hermano. — ¿Y como está Lucas?

—Él está bien. La de los problemas soy yo, así que preocúpate por mí.

Ariel rió y Jessica levantó la cabeza para verlo.

—Y eso, que el que estaba raro era yo. Debería agradecerle o pegarle a Lucas por ponerte así.

— ¿Así cómo?

—Tan sumisa. Esta no es la Jessica que encontré en Villa Mar. Esa era una amargada, que pensaba que era la reina del universo. Una anciana en el cuerpo de una niña.

Ella rió con sarcasmo y luego le dio un fuerte golpe en la pierna.

— ¡Que gracioso, que gracioso! — ella siguió pegándole durante unos instantes más. Luego hubo silencio y quietud otra vez, pero esta vez los hermanos se miraban a los ojos con intensidad, como si de esa forma pudiesen saber lo que pasaba por la cabeza del otro. Como si pudiesen decirse un sin número de cosas con ese gesto.

—A mi me gusta esta Jessica. — Ariel le acarició el rostro y le apartó el pelo de la cara, colocándoselo detrás de la oreja. — Prométeme que seguirás comportándote de esa forma y que dejarás de esa chiquilla amargada y enojona que vi hace poco.

—Trataré. —respondió antes de proferir un gran bostezo, que delataba que estaba más cansada de lo que aparentaba. —Será mejor que me vaya a acostar.

— ¿Por qué…?—comenzó él, sintiéndose un poco nervioso. — ¿Por qué no te quedas a dormir aquí?

Ella se lo pensó durante unos segundos y luego le sonrió, mientras asentía. No encontraba nada de malo en hacer eso; ella había dormido infinidad de veces en esa habitación, al lado suyo, por lo que no era algo raro o incomodo para ninguno de los dos. Además, lo que menos le apetecía a Jessica era estar sola para darle una oportunidad a su madre de molestarla por lo de su huida. La idea de estar con Ariel en esos momentos se le antojaba fabulosa.

—Sí, está bien.

Ambos se acomodaron en la cama, bastante más cerca de lo que lo habían hecho cuando eran apenas unos niños, y luego se inclinaron cada uno hacia un lado para apagar las lámparas.

Capitulo 15  

Posted by: La Premonición

Josh no podía creer como aquel alto e impenetrable muro de concreto que separaba el pasado (ese estúpido pasado que ensuciaba su nívea reputación) del presente se estaba desmoronando poco a poco a una velocidad alarmante. Estaba cada vez más cerca de ser golpeado por la fuerza arrasadora con la que vendría su pasado, el cual le escupiría la verdad, esa que tanto ocultaba, en la cara.

Sí, eso pasaría (aunque no de esa forma, obviamente) y él por más que gritase, culpase o tratase no podría impedirlo porque nadie podía detener al destino, mucho menos cuando este se ensaña y se encapricha con hacerte pagar cada una de tus maldades, aunque estas fuesen pocas.


En realidad, Josh Henderson nunca fue una mala persona; no en realidad. Siempre fue un muchacho tranquilo, serio, alegre y bastante sobre protector con su pequeño hermano Lucas, al cual le llevaba tres años.

Josh nunca hizo nada de lo cual pudiera arrepentirse o que le causara el mismo desasosiego que sentía en esos momentos; por lo menos eso pudo decirlo hasta que cumplió los diecinueve años y cometió el error más grande y estúpido de su vida (aunque el error lo venía cometiendo desde los diecisiete, metido en su propia casa). Un error por el cual pagaría el resto de su vida y el cual había empezado a pagar a principios de ese mismo año, cuando su hermano decidió emprender su viaje hacia Villa Mar.

En aquel entonces, cuando se dejó llevar por sus escandalosas hormonas y por la alocada idea de que experimentar con lo que no debía era bueno, no pensó que la situación se complicaría tanto.

“Es sólo un juego” decía, pero al parecer, sólo él se tomaba las cosas tan a la ligera. Sólo él se daba el lujo de pensar de esa manera.

Una noche todo se salió de control y el error que había cometido la primera vez llegó a límites insospechados incluso para él que decía que tenía todo bajo control. Hizo y dijo cosas que no debía, hirió a personas que no se lo merecían pero nunca se retractó ni se mostró arrepentido por lo que había pasado esa noche. Josh nunca se retractaba, mucho menos pedía perdón.

“No fue mi culpa”, se decía una y otra vez para convencerse a sí mismo hasta que al final lo logró; nadie nunca lo hizo ni lo haría sentirse culpable por todo lo que pasó ni por lo que pasaría después.

En esa época, se había hecho el desentendido ante todo el que le preguntaba si sabía algo. Se mostraba sorprendido y dolido ante lo ocurrido, consolaba a todo el que creía que lo necesitaba con una que otra palabra agradable, pero sus gestos y sentimientos nunca, nunca fueron verdaderos.

Sólo alguien sabía lo ocurrido —a medias, pero lo sabía— y sabía de sobra que a espaldas de todo el mundo, Josh se alegraba por lo que había pasado. A nadie más que a él le convenía todo lo que pasó esa noche. Y aunque lo que pasó fue el producto de su error, él daba gracias a todos los santos porque pasó y su secreto quedó a salvo.

Esa persona que conocía tan enorme secreto, podía darse cuenta de que el simple recuerdo de su pasado, o la mención de algo relacionado a este, alteraban a Josh y lo ponían de pésimo humor, mucho más en esos momentos en los que Lucas no estaba en casa.

Esa persona no era nadie más que Jackeline, su madre, la cual en esos momentos se dirigía a su habitación para hablar con él.

Ella, después de unos breves instantes de duda, tocó la puerta y sin esperar respuesta entró. Josh, que había estado recostado plácidamente en el sillón antes de que ella irrumpiera en su cuarto, la reprendió por entrar sin esperar respuesta. Ella se defendió con un simple “eres mi hijo y no tienes nada que no haya visto antes. ¿O acaso se te olvidó?”, que provocó la molestia del joven pero, de todas formas, no discutió con ella sobre eso, sólo se limitó a preguntarle qué quería con una expresión de fastidio en el rostro. Jackeline la pasó por alto cuando le dijo:

—Quiero que me expliques porqué te comportas de esta manera y porqué me tratas como si yo fuese tu enemiga.

Josh la miró, impávido, desde el sillón en el que todavía estaba sentado.

—Yo no la trato como si fuese mi enemiga, madre. Créame.

—Tal vez no, pero no puedes negar que te comportas y me tratas de una manera diferente, más hostil… como si yo te hubiese hecho algo.

—Claro que me ha hecho algo, madre. ¿O cree que el hecho de conspirar en mi contra junto con Lucas es poco? — respondió con calma, sin siquiera alzar la voz, lo cual hacia que las palabras saliesen siseantes, venenosas.

—Nadie está conspirando en tu contra, hijo.

— ¿Ah no? — Se puso de pie y caminó hacia su madre con ímpetu— Entonces debo creer que el encuentro de Lucas con la pequeña Smith fue una coincidencia y que usted no tuvo nada que ver con eso. Debo creer que el tonto de mi hermano se fue de La Esperanza sólo porque sí y no porque quería buscar a Jessica.

—Eso fue lo que pasó… Esa es la pura verdad.

— ¡Mentira! — Estalló, sin poder contenerse, olvidándose por completo que era con su madre con quien hablaba—Usted le ayudó. Usted preparó todo esto porque cree que yo soy el culpable de lo que pasó.

— ¿Y no lo eres? —se atrevió a preguntar Jackeline, ignorando la rabia que crecía a borbotones en su hijo y el miedo que esta le provocaba— ¿No fuiste tú el causante de todo ese desastre?

— ¡Por supuesto que no! —lo dijo con tanta convicción que hasta el más incrédulo de los hombres hubiese caído rendido ante la seguridad del joven. Y es que cuando repites mucho algo, al final terminas creyendo que es verdad.

—Bien — dijo Jackeline con calma, mientras se daba la vuelta y se dirigía hacia la salida, como muestra de que hasta ahí había llegado la conversación— Si tu no fuiste el culpable de lo que pasó esa noche, yo tampoco soy culpable de lo que me acusas. — Y sin más, salió de la habitación, dejando a su hijo rabiando en la semioscuridad de su cuarto.


***

Eran las ocho de la mañana de un sábado común y corriente de septiembre pero eso no impedía que en la casa de los Smith hubiese más movimiento de lo normal. Más movimiento que en cualquier otra parte del pueblo, para ser más específicos.

Empleadas limpiando cada rincón de la casa con tanto esmero y dedicación que cualquiera pensaría que nunca habían desempolvado o barrido allí. El jardinero, junto a dos empleadas más, estaba embelleciendo el jardín más de lo que ya estaba, cortando ramitas, barriendo el césped y limpiando la plazoleta. Empleados de la floristería dejando hermosos arreglos florales en el salón, entre muchas otras tareas que sólo tenían como fin acondicionar la casa para la fiesta que se iba a llevar a cabo esa noche y que tenia a todo el mundo expectante (excepto a los empleados que los tenia al borde de la desesperación por todas las cosas que tenían que hacer).

Todo era un caos, sí, pero un caos bien supervisado por el ama de llaves y por Jocelyn — la señora Smith— la cual se quejaba de que había muchas cosas por hacer y pocas personas para llevarlas a cabo. No podía contar con su esposo Edmond porque al ver el circo en el que se había convertido su casa tan temprano, decidió escaparse con la excusa de que unos amigos lo habían invitado a pescar y que él, muchas veces, les había dicho que no podía ir con ellos para quedarse en casa con su esposa.

Jocelyn no le dijo nada porque, en parte, él tenía razón. Hacía mucho tiempo que Edmond no salía con sus amigos para pasarse el fin de semana completamente con ella. Al final pensó que se merecía el día libre con sus amigos así que se hizo la desentendida respecto a la pequeña mentira y lo despidió con un beso en la mejilla.

Al saber que no contaría con su esposo, pensó en el último hombre de la casa que quedaba disponible: su hijo. Por tal motivo mandó a una joven empleada a despertarlo y a decirle lo que tenía que hacer; pero la joven, al cabo de unos minutos, volvió donde ella estaba para decirle que Ariel se había negado a salir de su habitación ya que estaba muy cansado por el extenuante trabajo realizado el día anterior. También, como era de esperarse, alegó encontrarse enfermo. Jocelyn sólo suspiró, resignada y le dijo a la empleada que lo dejara dormir un rato más pero que tuviera pendiente el que tenía que despertarlo. Después de eso, se dirigió hacia el jardín trasero para supervisar el trabajo de limpieza de esa zona.

No hubo necesidad de despertar a Ariel. Este, sigiloso y mirando para todos lados tratando de localizar a su madre, bajó las escaleras del vestíbulo en plan de escape pero todos sus esfuerzos fueron en vano ya que jocelyn lo encontró justo cuando iba a abrir la puerta. Él trató de explicarle lo que hacía con excusas tontas pero Jocelyn, que no tenía un pelo de tonta, no le dio tiempo a nada ya que lo tomó por un brazo y lo arrastró hacia donde tenían guardadas todas las botellas de vino murmurando cosas como “vamos a ver si ahora te escapas” y “es igual a su padre”.

Así pasó el día en casa de los Smith: entre limpieza, quejas por parte de un Ariel lleno de polvo y algo despeinado y risas por parte de las empleadas que lo escuchaban y ayudaban.

A pesar de todo el desorden que se armó en la mañana y que parecía ir en aumento a cada segundo, la casa, la comida y todo lo relacionado con la fiesta estuvo listo a tiempo. Incluso Jocelyn, que tardaba horas en arreglarse, estuvo lista en el vestíbulo junto a un Ariel deslumbrante y bien vestido para cuando llegaron los primeros invitados a la fiesta.

Después de un rato, Jocelyn lo dejó solo y decidió ir al salón para ayudar a su esposo con los invitados y para cerciorarse de que los empleados que servían esa noche hicieran las cosas bien.

Después de un rato largo, Ariel entró al salón charlando con los últimos invitados que recibirían esa noche: los Port, unos comerciantes que se encargaban de la exportación de licores hacia algunas islas del Caribe y que eran clientes de las empresas de los Smith (aunque no tenían su sede principal en ese pueblo sino en Villa Mar, uno de los pueblos vecinos).

Ariel, aunque se mostraba tranquilo y vivaracho, estaba sumamente nervioso porque temía que alguno de los Port tuviera el atrevimiento de preguntarles a sus padres si la Jessica Smith que vivía en Villa Mar era algún familiar suyo.

A ratos se convencía de que si no lo habían hecho en los meses que llevaban de relaciones con él y su familia, no lo harían en ese momento pero la duda seguía atenazándole los nervios y no lo dejaba disfrutar de la fiesta como era debido.

Cuando la conversación entre ellos (que estaba basada, meramente, en la destilación de licores y los tipos de licores que conocían y habían probado) terminó, Ariel pensó que podría respirar tranquilo pero no pudo; los Henderson, aprovechando que los anfitriones estaban libres, se acercaron para hablar con ellos.

Jackeline y William, después de unos minutos, se llevaron a Jocelyn y a Edmond para la otra punta del salón donde unos amigos comunes los esperaban, copas en mano y riendo alegremente, dejando a Josh y a Ariel solos.

La tensión podía sentirse en el aire, al igual que la incomodidad que sentían por estar el uno al lado del otro. Mucho mas después de la fuertísima discusión que tuvieron el día anterior a causa de la relación que había entre sus hermanos. Los que estaban a su alrededor no notaban esto porque todavía creían que estos dos jóvenes eran tan amigos como cuando eran niños; pero los tiempos habían pasado y las circunstancias los llevaron —o mas bien llevaron a Ariel— a separarse, a buscar caminos diferentes que no se cruzaran por nigun motivo.

Ariel se alejó primero sin decirle una palabra y Josh no mostró ningún indicio de que le hubiese molestado, sólo se limito a tomar de su copa mientras recorría el salón con la mirada. No tenia nada mejor que hacer, y observar a los demás invitados era lo más entretenido que podía hacer en esos momentos.


***


Nadie se hubiese imaginado que el viaje de Villa Mar hacia La Esperanza fuese tan extenuante y abrumador; y eso, que emprendieron el viaje a una hora bastante fresca y agradable y que la distancia que separaba ambos pueblos era relativamente corta.

Lo que no fue agradable en sí fue el trayecto. Jessica estaba enojada, deprimida y cansada, pero no decía ni una sola palabra, ni siquiera para quejarse. Lucas no tenía la mas mínima idea de que hacer para que la sensación de culpa abandonara su pecho y para que su novia cambiara de cara. Y Margaret —porque Jessica dijo que no iba a estar rodeada de esa jauría de lobos sin ella y se la había llevado aunque Margaret se había negado— trataba por todos los medios de animar un poco a la joven. Sin éxito, por supuesto.

Al final, llegaron a La Esperanza rodeados por un aura cargada de tensión y un poco de hostilidad por parte de Jessica, la cual seguía enfurruñada y sin hablar (por lo menos no en presencia de Lucas).

Este último las había dejado cerca de la salida de la estación de trenes cuidando las maletas mientras él iba en busca del chofer que había mandado a contratar con la persona a la que le compró los pasajes. Volvió a los pocos minutos con un hombre alto, robusto, ataviado con el típico y caluroso uniforme de chofer. Este, junto con Lucas, se encargó de subir las pocas maletas al auto mientras Jessica y Margaret se acomodaban en el asiento trasero —Jessica junto a la ventana, dejando a Margaret en el centro para no tener que estar cerca de Lucas—.

Y de esta forma se dirigieron hacia las respectivas viviendas de los jóvenes, rodeados por la molesta tensión que los había seguido desde que salieron de Villa Mar y que era incluso perceptible por el chofer que no sabía que decir para que el viaje fuese menos desagradable, y por un pesado silencio sólo roto por el ruido que producía el auto sobre la calle.

Pasada una hora de trayecto, el chofer se detuvo frente a la fachada de una despampanante casa de estilo colonial, cercada por altos muros de piedra y que sólo era visible a través de las puertas de hierro forjado (que tenían una enorme “H” cursiva en el centro) que daban acceso al jardín delantero.

El chofer ayudó a Lucas —el cual se bajó del auto resignado ante el hecho de que no obtendría una sola palabra de su prometida por lo menos esa noche— a sacar su maleta del baúl y a colocarla frente a la puerta de entrada que daba acceso al vestíbulo. El joven, sin más ademan que una vaga despedida con la mano y la promesa de ir a visitarlas al día siguiente, entró a la aparentemente desolada vivienda sintiendo un peso invisible posarse sobre sus hombros. Y era de esperarse ya que tener a un prometida molesta era lo mínimo que iba a pasarle.

El cansado y abrumado chofer no esperó ninguna orden para emprender el camino rumbo a su destino final: la casa de los Smith. Por suerte para él que ya estaba cansado de tanto mutismo y tensión, la casa quedaba a unas pocas cuadras de distancia. Y para mayor regocijo del pobre hombre, las casi siempre abarrotadas calles circundantes a la zona, estaban desiertas esa noche.

Las puertas de hierro forjado que flanqueaban el jardín delantero estaban abiertas mientras los empleados de seguridad —uno a cada lado del camino— vigilaban la entrada para que ningún invitado no deseado hiciese acto de presencia.

El jardín (que, según recordaba Jessica, nunca había estado tan atestado de flores y lámparas) estaba completamente iluminado por unas farolas colocadas a cada lado del camino que debían seguir los autos para llegar al pórtico de entrada. Dicho camino era una especie de curva que bordeaba un tramo de jardín circular y que cuyo principio y final tenían en mismo destino: las enormes puertas de hierro.

Desde la perspectiva del que llegaba por la avenida principal, el camino junto al pequeño círculo de flores y arbustos, formaba una especie de enorme gota iluminada.

Jessica, sintiendo una opresión en el pecho, pedía fuerzas para soportar todo lo que se le vendría encima en ese lugar, lo cual sabía de antemano que no sería nada fácil de soportar.

Capítulo 14  

Posted by: La Premonición

A pesar de lo tarde que era y del frío que hacia fuera, Jessica salió a hurtadillas de su habitación, con los zapatos en las manos para no hacer ruido al caminar, con el propósito de encontrarse con aquella persona que ocupaba su mente cada segundo del día.

Cruzó veloz, pero silenciosamente, frente a la habitación de su hermano y caminó con algo mas de tranquilidad por los otros pasillos donde solo estaban las vacías habitaciones de huéspedes, hasta llegar a la gran escalinata cubierta con una preciosa y costosa alfombra rojo oscuro.

Bajó cada uno de los peldaños con sumo cuidado ya que las lámparas no estaban encendidas y la débil luz de la luna que se filtraba por los vanos de la fachada, no era suficiente para alumbrar su camino.

Ya del otro lado de la puerta, se puso sus zapatos y bajó lo más rápido que pudo los tres peldaños de la escalinata de la entrada. Cruzó el jardín corriendo, con el corazón desbocado ante la perspectiva de volver a ver a su amado otra vez.

Llegó a las grandes puertas de entrada que flanqueaban la casa, con la respiración agitada y su acelerado corazón amenazando con salírsele del pecho; además del creciente terror que le atenazaba los huesos, terror a algo que no sabía que era. Pero nada de esto la detuvo a la hora de, con gran esfuerzo, abrir las puertas de hierro hermosamente forjado y adornado (las cuales se abrieron con un molesto chirrido que por suerte, nadie escucharía; la casa estaba muy lejos) y seguir corriendo hacia donde se suponía que él estaría esperándola, con los brazos abiertos y una sonrisa en los labios.

Después de mucho correr, trastabillar, caer, y todo esto sin detenerse para tomar aire o descansar, llegó al gran parque que se encontraba a dos calles de su casa. Desde donde estaba, pudo apreciar a su amado de espaldas hacia ella. Lo llamó, sin importarle que alguien la escuchase (de todas formas, nadie parecía escuchar nada.
Todo estaba demasiado tranquilo y silencioso, a pesar de sus fuertes pisadas resonando en el pavimento y su voz llamándolo), mientras corría para llegar a él. Éste se dio la vuelta rápidamente y Jessica no pudo hacer más que gritar de terror al ver lo que tenía en frente: un monstruo. Un ser horripilante y detestable. Un reflejo de sus miedos. El reflejo de lo que él se convirtió…


Jessica se despertó sobresaltada y con un grito de terror aflorando de sus labios. Esa era la quinta vez en esa semana que tenía ese mismo sueño, ese sueño horripilante que de seguro sólo le daría miedo a ella.

Con esfuerzo, se sentó en la cama y apoyó la espalda en el respaldo, mientras respiraba profundamente al tiempo que se ponía una mano en el pecho; como si de esa forma pudiese controlar los agitados latidos de su corazón. O como si pudiese sacar, a medida que inhalaba y exhalaba, esa pesadilla de su cabeza y el terror de su pecho.

Era algo inútil, ella lo sabía muy bien. Nada ni nadie lograría sacarle esa pesadilla de la cabeza si no le borraban todos sus recuerdos del pasado, lo cual era imposible. Aunque si hubiese una forma de lograrlo, ella se mostraría reacia a aceptar que le borraran la memoria porque conservaba pocos, pero hermosos recuerdos. Recuerdos en los que Lucas y Ariel eran los protagonistas y en los que era feliz y exhibía una enorme sonrisa inocente e infantil.

Margaret llegó al poco rato, con la respiración agitada debido al esfuerzo que debió suponerle llegar corriendo desde la cocina. Cuando entró, encontró a Jessica todavía en la misma posición y con la mirada fija en algún punto del techo.

— ¿Se encuentra bien? Lucy me dijo que la escuchó gritar…

Jessica no le respondió. Todavía seguía pensando en la tonta idea de que sería muy bueno que limpiaran su memoria de aquellos recuerdos dolorosos y en seleccionar los recuerdos que no le gustaría perder. Estaba desvariando, y de muy mala manera.

— ¿Señorita…?— la llamó Margaret, con preocupación.

—Margaret, ¿Qué sería usted capaz de dar o perder, véalo como quiera, con tal de olvidar algunas cosas?—la susodicha le dirigió una mirada entre confundida y preocupada. Jessica siguió hablando— ¿Sería usted capaz de dar sus mejores recuerdos con tal de perder los peores?

— ¿A qué viene todo esto, señorita?

—A que me cansé de tener esta estúpida pesadilla noche tras noche. —le dijo, con un tono de voz completamente diferente del que había estado usando. Margaret suspiró aliviada al escucharla— Si a Lucas no se le hubiese ocurrido hacerme esta tonta propuesta de ir a casa de nuestros padres, yo no estaría así.

— ¿Todo esto es por eso?—cuestionó, incrédula— ¿No cree que está dejando que una simple visita de pocos días la afecte demasiado?

Jessica bufó. Ella sabía que la visita era cualquier cosa menos simple. Sabía que tendría que soportar ser exhibida como un jarrón costoso delante de todos los amigos de sus padres y, para colmo, delante de los de sus futuros suegros que no fueran amigos de sus padres.

Sabía que tendría que aguantar un sermón, más extenso que el código constitucional por haberse fugado de casa y por haber permanecido tanto tiempo en las sombras. También, por supuesto, por haberse comprometido en secreto y sin el consentimiento de sus padres (aunque el prometido fuese de su completo agrado).

Sabía que tendría que ver un par de rostros completamente desagradables que, para que negarlo, era lo que más le desagradaba de la idea de ir a visitar a sus padres. Margaret sabía todo esto (porque Jessica se había tomado la molestia de contárselo hacía tiempo) pero aún decía que la visita sería simple y que terminaría disfrutándola.

“Pobre ilusa”, pensó Jessica, la primera vez que la escuchó decir eso.

—Respóndame algo— volvió a tomar la palabra la dama de compañía, mientras se sentaba en el borde de la cama— ¿No había tomado ya la decisión de ir a la casa de sus padres?

Jessica la miró, confundida.

— ¿Qué le hace pensar eso?

—El hecho de que el día que los Port ofrecieron su fiesta, usted y yo tuvimos una conversación sobre el tema y me pareció que ya se había decidido.

—Entienda algo, Margaret: no me hace gracia estar en casa de mis padres porque estos, al igual que mi hermano, van a estar demasiado pendientes de mí…

—…Y no la van a dejar estar mucho tiempo con su novio.

Jessica esbozó una sonrisita pícara.

—Eso también influye en mi desgana, pero no era lo que iba a decir. —Margaret iba a preguntar que a qué se refería pero Jessica no la dejó— Ya no importa. De todos modos, usted no va a dejar de insistir en que debo ir, en que debo complacer a mi maravilloso y perfecto novio, en que será divertido y un montón de tonterías más.

Margaret le sonrió.

—Usted es bastante molesta cuando se obsesiona con algo, ¿sabe?

— ¿Eso quiere decir que me va a hacer caso?— le preguntó mientras se ponía de pie.

—Eso quiere decir que voy a tratar de hacerlo. En todo caso, todavía tengo que agotar mi última oportunidad de convencer a Lucas de que desista de esa idea. —Margaret la miró, interrogante— Lucas me dijo que el viaje a La Esperanza sería mañana.

La dama de compañía abrió mucho los ojos debido a la sorpresa y a los pocos segundos se puso a caminar de un lado al otro, mientras abría gavetas y murmuraba cosas como “no hay mucho tiempo” o “que debería guardar”. Jessica, simplemente, la miraba desde la cama con una expresión de desconcierto en el rostro.

De pronto, Margaret detuvo toda esa locura y se dirigió al baño, del cual salió a los pocos minutos con una estela olor a vainilla detrás de ella. Se acercó a Jessica y la sacó de la cama casi a rastras, llevándola hacia el baño donde ya estaba preparada la bañera.

Cuando Jessica salió del baño, envuelta en su albornoz blanco, vio con sorpresa (y porque negarlo, algo de horror) el desorden que había en su habitación. Gavetas abiertas, la puerta del ropero abierta y este completamente vació. La cama repleta de ropa cuidadosamente doblada, y en el suelo, tres maletas yacían abiertas mientras Margaret, a un lado de la cama, con las manos apoyadas en la cintura, seleccionaba la ropa que, según ella, era la adecuada para el viaje.

Jessica con un “¿qué es todo esto?” llamó su atención y la dama de compañía, después de dar un respingo, se dirigió a ella para ayudarla a vestirse.

Esa mañana, definitivamente, iba a ser una de las que Jessica no olvidaría.

***

Seis de la tarde y Ariel aún permanecía en su oficina trabajando. Todos los empleados se habían marchado ya, incluida su secretaria, por lo que reinaba un molesto y pesado silencio sólo roto por el rasgueo de su pluma sobre el papel y el ruido que producía la lluvia al chocar contra la ventana y al deslizarse por la cornisa.

Por lo menos fue así durante las dos primeras horas que permaneció en esa oficina, firmando papeles y revisando los informes que le habían entregado los supervisores de los diferentes departamentos de la empresa.

Dicha calma fue rota por la inesperada visita que recibió a eso de las ocho de la noche. El recién llegado había entrado a su oficina como si fuese la suya propia, se había quitado el abrigo y lo había colgado en el perchero y, finalmente, había dejado su paraguas en el paragüero que estaba en la esquina opuesta, todo esto bajo la atenta y sorprendida mirada de Ariel.

— ¿Qué se supone que haces aquí?—preguntó este, cerrando la carpeta que había estado revisando y dejando su pluma sobre esta.

Su visitante ignoró el tono hostil con el que Ariel hizo la pregunta.

—Vengo a hablar contigo y esta vez no va a haber nada que nos impida hacerlo— le respondió mientras se sentaba en una de las sillas que estaban frente al escritorio.

—Tendrá que ser después porque, si no te has dado cuenta, estoy trabajando. Entre mis pasatiempos no está quedarme hasta tarde en la oficina.

—No, Ariel, vamos a hablar ahora. Llevas tiempo esquivando esta conversación…

—Porque no vale la pena hablar de ello. Es mas, para ser sincero, no me apetece hacerlo, así que…

—Mira Ariel, no sé qué es lo que pretendes ni sé porqué te estás comportando de esta forma tan rara y, para ser sincero yo también, no me interesa saberlo ni vine hasta aquí para que me lo digas. El motivo de mi visita es saber qué demonios estás tramando.

Ariel le dirigió una mirada cargada de desconcierto.

—No sé de que me hablas…

— ¡No te hagas Ariel, que sabes muy bien de lo que te estoy hablando! Estoy seguro de que fuiste tú el de la idea de la boda. Yo sé que tú sabías donde estaba Jessica y también sé que tú le dijiste a mi hermano donde estaba, así que no te hagas el desentendido.

Ariel no pudo evitar reír ante sus palabras. Sí, era cierto, él había movido unos cuantos hilos para que Jessica y Lucas terminasen juntos pero no había sido nada del otro mundo. Cuando él llegó a Villa Mar, el asunto del compromiso ya estaba hecho. Él sólo se enfocó en que fuese algo real.

Tampoco había tenido que hacer gran cosa; Lucas estaba enamorado de Jessica desde que era un niño, y Jessica había dado muestras de estar interesada en él en los días en que Ariel estuvo en Villa Mar. Así que, por más manos que hubiesen movido los hilos que los empujaron a comprometerse de verdad, había sido algo que iba a terminar ocurriendo de cualquier forma.

— ¿Crees que la boda de Jessica y Lucas es todo un plan, Josh?— Ariel no necesitó respuesta. Lo que vio en los ojos de su ex mejor amigo fue suficiente— ¿Un plan contra qué… o quién?

Ariel le miró con una ceja arqueada mientras esperaba que su acompañante respondiera, cosa que Josh, obviamente, no iba a hacer.

—Eso deberías decírmelo tu—respondió mas tranquilo aunque su tono de voz seguía siendo rudo. — Por eso estoy aquí.

—Pues deberías irte porque aquí no le vas a encontrar respuestas a tus preguntas retóricas. ¿Por qué mejor no hablas con tu hermano y le cuentas de tus dudas y conjeturas sobre su futura boda? Estoy seguro de que él, al igual que Jessica, te las responderán todas y te demostraran porqué piensan casarse. Aunque estoy seguro de que tu, con sólo verlos, te darás cuenta del porqué.

Josh esbozó una sonrisa maliciosa, del tipo que provocaban escalofríos en quien las veía.

—Supongo que cuando los vea, exhumando miel por cada poro de su piel, voy a pasar por alto el hecho de que apenas llevan unos meses juntos en donde sea que se encuentren. Aunque supongo que este rápido compromiso —si no tiene nada que ver con un plan, como tu dices— se debe a que tu querida hermanita está demasiado desesperada por tener un hombre a su lado. Ella siempre ha sido así…

— ¡No te permito que hables mal de mi hermana!—le reclamó Ariel mientras se levantaba del asiento y daba un fuerte golpe, con las dos manos, sobre el escritorio. Josh hizo lo mismo cuando le respondió.

—Y yo no voy a permitir que ni tú ni tu… virginal hermanita utilicen a mi hermano para escalar económicamente. Quedas advertido, Ariel.

Y con eso último, se dispuso a tomar sus cosas y a salir del lugar.


***

Jessica nunca había imaginado hasta que punto podía llegar una persona cuando quería que otra hiciera algo, por mas pequeño, molesto o insignificante que fuese. Lamentablemente, le había tocado comprobarlo con Margaret y su obsesión para que ella aceptase ir a visitar a su familia al otro lado del pueblo.

La cosa había pasado de insistirle hasta el cansancio con que era una buena idea y con eso de que nada malo podría pasar, hasta el punto de tenerle las maletas listas “para ganar tiempo”, como le había dicho Margaret varias veces mientras las arreglaba.

Llegados hasta ese punto, nada podría evitar que ella hiciese ese viaje pero, de todas formas, fue esa tarde a la casa de su prometido para jugarse sus últimas cartas; para tratar, por última vez, de convencerlo de que desistiese de esa tonta idea.

Cuando llegó a la casa, el ama de llaves le dijo que Lucas estaba atendiendo a unos amigos que fueron a visitarlo, así que ella optó por quedarse dando vueltas por su jardín a quedarse escuchando lo que decían.

A los pocos minutos, una empelada le llevó una bandeja con té y galletas por lo que tuvo que detener su paseo y quedarse en la plazoleta. La empleada, la misma que estaba enamorada de Lucas y que no toleraba a Jessica, no dijo ni una sola palabra mientras servía el té. Y a la hora de dirigirse de vuelta a la casa, apenas hizo una inclinación de cabeza.

Si Jessica no hubiese tenido otras cosas en mente, hubiese puesto a esa empleada en su lugar, pero como todo el asuntó de Lucas y el viaje la atormentaba, ni siquiera se fijó en la jovencita.

Cuando Lucas apareció, quince minutos más tarde y con una expresión apenada en el rostro, fue que ella logró salir de su letargo.

—Siento mucho haberte hecho esperar tanto tiempo— se disculpó antes de inclinarse para darle un beso en los labios.

Cuando iba a separarse de ella, Jessica lo agarró por el cuello y lo atrajo hacia sí para prologar el beso un poco más. Lucas rió por lo bajo cuando se separaron.

—No hay problema, prefiero quedarme aquí, contemplando tu jardín, a quedarme en mi casa con la histérica de Margaret. Está insoportable, ¿lo sabías?—Lucas volvió a reír, mientras se sentaba frente a ella.

—Y dime, ¿a qué le debo el honor de tu visita, bella doncella?

Jessica, que había estado sonriendo, se puso sería de golpe.

—Al viaje de mañana, por supuesto— le contestó mirándolo fijamente a los ojos. Lucas no dijo nada ni dio muestras de que le había molestado su respuesta, como una clara invitación de que quería que continuase hablando— Vengo a pedirte, por última vez, que desistas de este plan.

—Jessica, ya hemos hablado innumerables de veces sobre esto— le dijo con un tono de voz que denotaba el cansancio y fastidio que le causaba el tema— Hasta que no me des una razón valida y de peso no voy a desistir de la idea. Mañana me voy a casa de mis padres.

— ¿Pero por qué? ¿Por qué quieres irte?

—Llevo meses en este pueblo. Meses en los que no he visto a mi familia, creo que merezco eso, ¿no lo crees? Además, — le tomó de la mano— alguien tiene que darles la noticia de la boda.

—Pero si ya lo saben, Lucas. Ariel se los dijo hace meses.

—No es Ariel el que va a casarse sino nosotros. Además, ellos hubiesen podido tomarse todo esto como una broma de tu hermano.

Jessica soltó bruscamente su mano de la de él y, de igual forma, se puso de pie. Ya estaba cansada de mostrarte tranquila y tolerante respecto al tema. Hacer ese viaje no le convenía en lo mas mínimo y si seguía tratando de convencer a Lucas por las buenas, jamás lograría nada.

—Deja de inventarte excusas tonta, ¿si?—le dirigió una mirada cargada de enojo— Mi hermano no ha hablado de mi en seis largos años, ¡crees que si les dice algo sobre mi a mis padres ellos se lo van a tomar en broma? No seas iluso, Lucas. Tú sabes muy bien que la noticia de nuestra boda, hubiese sido falsa o real, a estas fechas ya sería de dominio público. Y no sólo por Ariel, sino también por todas las personas que de alguna forma u otra conocen a nuestros padres. Los Port, por ejemplo.

—A mi eso no me importa. Yo quiero decírselo a mis padres y a mi hermano independientemente de que tú hermano se los haya dicho o no— alegó mientras también se ponía de pie y enfrentaba a su novia— Quiero que lo sepan por mí, ¿puedes entender eso?

— ¿Y tu puedes entender que no quiero ir a ese maldito lugar?

— ¡Pero si nadie te está obligando! En ningún momento dije “Jessica, nos vamos a casa de nuestros padres”.

—No, no lo dijiste, pero es mi deber como tu futura esposa acompañarte. ¿Crees que tus padres creerán que de verdad vamos a casarnos si no me ven a tu lado?

La sola idea de estar en casa de Lucas, frente a los Henderson le provocó escalofríos, pero lo disimuló.

—Con que lo sepan me basta.

— ¡Pues envíales una carta y asunto resulto!

—¿Cuándo vas a entender que no es eso lo que quiero?—le gritó, cansado ya de tantas negativas.

Estaba ya hastiado de tantas peleas, de tantos dime-te diré que no resolvían nada y que, según él, sólo los distanciaban cada día mas. Era más que obvio que él no quería que eso pasara; él la amaba y por ella era capaz de hacer cualquier cosa, pero consentirle sus caprichos de niña malcriada y egoísta no estaba en la lista. Por tal motivo, iría a casa de sus padres con o sin ella y nada lo haría cambiar de idea. Ni siquiera lo que Jessica dijese o hiciese esa tarde.

Jessica, por su parte, se había sorprendido al escucharlo. Nunca pensó que vería a Lucas tan enojado, mucho menos que le gritaría. Nunca pensó que fuese tan difícil de convencer, tan dolorosamente obstinado.

Cuando salió de su asombro, le contestó con un tono de voz que distaba mucho de ser el que quería usar (fuerte, cargado de rencor y reproche). Sus palabras salieron en un tono bajo, con un matiz de dolor y pena, pero sobre todo, cargado de una decepción capaz de romper las barreras emocionales de cualquier persona (cualquiera que no fuese increíblemente obstinado y testarudo).

— ¿Y tu cuando vas a entender que pongo demasiadas cosas en juego con este viaje? ¿Cuándo piensas entender que, si huí de mi casa, fue porque ya no quería… ya no soportaba la idea de seguir un segundo más allí?

Jessica hizo silencio durante unos minutos, esperando que Lucas dijese algo, pero esto nunca sucedió. Lucas seguía en el estado de asombro en el que suelen caer las personas cuando son testigos de la vulnerabilidad de aquellos que parecen de todo menos vulnerables. Sumado a eso estaba el hecho de que, si abría la boca para decirle cualquier coca, terminaría accediendo a su pedido. Era mejor no arriesgarse.

—Tu silencio me da a entender que no tienes nada que decirme, así que doy por hecho que no piensas cambiar de idea— dijo, al cansarse del silencio que reinaba en el lugar.

Esperó unos segundos más, pero Lucas seguía sin decir nada. Así que se dio la vuelta y se encaminó a la salida. Si quiera dignarse a darse la vuelta para mirarlo, le dijo:

—Nos vemos mañana…cuando vayas a recogerme.

Más premios para mi xD  

Posted by: La Premonición in

Hoy, cuando fui a revisar mi correo, me encontré con un mensaje de Sheyla diciendome que tenia un regalo en su blog. Lo que no me esperaba era que ese "regalo" fuesen cuatro premios. *se emociona*

Pero, primero lo primero:

1º Publicar una entrada anunciandolo.
¡Listo!

2º Escribir tres desesos.

- Que mis historias sean, algun día (espero no muy lejano), publicadas por alguna editorial

-Poder terminar mi carrera y así, poder lograr mi sueño de ser actriz.

-Salud para mi y para los mios.


3ºSonreir

=D Creanme, lo estoy haciendo justo ahora.


4º Escribir lo siguiente:

Let your imagination open its wings.

¡Deja que tu imaginación abra sus alas!

5º Darle este premio a 6 blog mas.

He aquí los blogs a los cuales les otorgo el premio.

1. Contes de Fée
2. Las Locuras de Rena
3. Silencio Embriagador
4. Oda a la ironía
5. Reflexiones bajo el agua
6. Mi rincón

Estos son los premios:









Besos a todos.

Capitulo 13- Sin editar.  

Posted by: La Premonición

Este capitulo lo subo así porque lo necesito rapidamente para el quinesob. Mas tarde edito.

Besos.



***
“A veces dudo de lo que sientes por mí. A veces creo que solo me utilizas. Y a veces, todo eso, me lleva a desconfiar de ti; incluso de mi”
***


Las cosas habían marchado demasiado bien durante demasiado tiempo. Era de esperarse que esa situación no durase mucho tiempo.

Todo comenzó cuando una hermosa tarde de junio, a Lucas se le ocurriese hacerle una proposición a Jessica. La joven, como era de esperarse en ese caso, no se tomó esas cosas muy bien por lo que prorrumpió en quejas y negativas hacia un sorprendido Lucas que no esperaba esa reacción de su parte.

—“¿Qué tiene de malo que te lo haya pedido? Tarde o temprano va a pasar. ¿Por qué no hacerlo ahora?

Le había preguntado Lucas con toda la calma del mundo.

—“Porque no me da la gana, y punto. Yo no tengo que hacer las cosas porque me las pidas y mucho menos cuando me las pidas. Así que ve sacándote esa estúpida idea de la cabeza”— le respondió, exasperada, antes de darse la vuelta y salir del salón.

Lucas solo se limitaba a mirarla, tratando de adivinar la razón por la cual ella reaccionaba de esa forma. “¡Ni que te estuviese pidiendo algo de otro mundo!”, se quejaba cada vez que podía.

La situación aparentemente había mejorado dos horas mas tarde, cuando Lucas ale uso punto y final a la discusión. Ya no discutían ni hablaban del tema, pero la tensión post- pelea podía sentirse en el ambiente perfectamente.

Al día siguiente de haberle hecho la proposición a Jessica, pensando que los ánimos de la joven se habían calmado y que ya había reflexionado sobre el tema, Lucas volvió a insistir con el tema, propiciando otro encontronazo con una Jessica todavía ofuscada. Más enojos e insultos. Mas dime-te diré que no los llevaron a ningún lado. Jessica estaba negada a darle una explicación de por qué se negaba, lo cual aumentaba su curiosidad sobre el tema.

Así pasaban los días, entre discusiones por algo que en realidad no tenía tanta importancia y que tal cual lo había dicho Lucas, iba a pasar tarde o temprano. Tenia que pasar, en realidad.

Jessica lo sabía pero no quería aceptarlo, mucho menos quería quedarse sin hacer nada para impedir que tan desagradable suceso se llevase a cabo. No era por terquedad ni por no hacerle casi a su novio sino porque tenia razones de sobra para negarse; razones que Lucas no comprendería y que ella no intentaría explicarle porque sabia que todo se complicaría y acabaría en el cesto de la basura. Por mas bien que se llevasen en esos momentos, por mas unidos que estuviesen, ella nunca le diría sus razones.

Tampoco era porque no confiaba en él no porque no lo quisiese lo suficiente como para contárselo, sino porque era algo demasiado doloroso. Hacerlo seria como hurgar en la llaga abierta y sangrante que tenia en el pecho. Una llaga que ni con el paso de los años había sanado.

Toda esa situación tenia a Jessica triste a la vez hacia que el enojo que sentía hacia si misma creciera notablemente. Cada día se volvía mas sensible, mas parecida al montón de chicas sin cerebro que tanto criticaba, y todo se lo debía a su actual situación. Consideraba que estar con Lucas y estar enamorada de él la estaban transformando; la estaban convirtiendo en la Jessica que hubiese sido de no haber pasado por ese suceso hacia tanto tiempo.

—Cálmese, señorita Jessica. Poniéndose así no logrará nada— le dijo Margaret al verla deambular de un lado al otro de la habitación.

— ¿Cómo quiere que me calme cuando mi novio planea enterrarme un puñal por la espalda?

—Con todo respeto, está exagerando. En primer lugar, él nunca haría algo que la lastimaría. — Jessica bufó exasperada, pero Margaret continuó como si no hubiese escuchado nada— Y segundo, él no sabe la razón por la cual usted no quiere hacerlo.

—Ni la va a saber. Yo no tengo porque contarle eso precisamente a él. Todo lo del noviazgo y la boda terminarían en el zafacón antes de terminar de contárselo. ¿De verdad cree usted que él me creería y dejaría las cosas como están solo porque yo se lo diga?— Margaret asintió lentamente— Es usted una mujer muy ingenua, Margaret.

— ¿Y no cree usted que poniendo todas esas negativas solo logrará que él desconfíe? Mire que tiene motivos de sobra para hacerlo.

Jessica detuvo su caminata y le dirigió una mirada rabiosa. Era obvio que lo sabía; nadie más que ella había visto como las expresiones de Lucas se transformaban en muecas de desagrado, decepción, frustración… nadie mas que ella sabia que todo eso estaba atormentando al joven.

— ¿De que lado se supone que está usted, Margaret?—le preguntó mientras se acercaba a ella amenazadoramente.

—Estoy del lado de la victima, y en este caso, es su prometido el que necesita de mi apoyo.

— ¡Pues vaya a consolarlo! Sé que se muere de ganas de hacerlo

Le reprochó mientras se daba la vuelta y se sentaba con pesadez en el sillón color vino que se encontraba mas alejado de Margaret. Apoyó la cabeza en el respaldo, cerró los ojos y empezó a respirar profundamente para calmarse. Estuvo así un buen rato hasta que Margaret la sacó de su estado de relajación.

—Señorita, las personas no siempre van a estar de acuerdo con usted y el joven Lucas no es la excepción. Ahora que es su novia y futura esposa tiene que pensar que van a haber cosas que va a tener que hacer por él aunque no quiera; y él tendrá que hacer lo mismo por usted.

Jessica iba a protestar peor Margaret, con un movimiento de su mano, la interrumpió.

—Él ya ha hecho mucho por usted, ¿qué le cuesta hacer esto por él?

—Usted sabe cual es el precio que tengo que pagar si acepto hacerlo, y la verdad es que no estoy preparada para pagarlo… no aun— le respondió con tono lúgubre.

—Y no va a estarlo nunca si no se decide a enfrentar su pasado— Margaret se puso de pie y con pasos ágiles se coloco a su lado— Mire, yo se que toda esta situación es muy difícil para usted pero piense que no va a estar sola; el joven Lucas y yo estaremos con usted. Y no nos olvidemos de su sobre protector hermano.

Jessica uso cara de sufrimiento y Margaret le acarició el rostro con ternura. No le gustaba ver a Jessica así y mucho menos le gustaba la idea de que hiciera lo que Lucas le había pedido, pero en el fondo, sentía que era lo correcto y lo mejor para ella.

Jessica no podría ser enteramente feliz si el fantasma de su pasado seguía atormentándola y acosándola por las noches. Además, ¿Qué podría pasar teniendo a tantas personas a su lado para cuidarla? Nada malo, de seguro.

Unos suaves toques a la puerta las sacaron de aquel momento tan íntimo y Margaret con un “adelante” invitó a pasar a la persona que se encontraba del otro lado de la puerta.

—Disculpen la molesta, señorita Jessica, señora Margaret— se disculpó la empleada con una pequeña inclinación de cabeza.

— ¿Qué sucede?

—El prometido de la señorita acaba de llegar y la está esperando en el salón, señora Margaret.

—Dile que la señorita Jessica ya baja.

La empleada asintió y después de una reverencia salió de la habitación. Jessica seguía amodorrada en el sillón con una expresión de angustia y sufrimiento en el rostro. Margaret la miraba preocupada ya que conocía esa expresión de memoria y los recuerdos no eran para nada gratos.

—Si quiere le digo al joven Lucas que está indispuesta y no puede bajar.

Jessica hizo un movimiento con su mano, como restándole importancia al asunto.

—No hace falta. No vamos a preocuparlo por nada, ¿verdad?—le respondió, con un intento de sonrisa en los labios— Mejor ayúdeme a arreglarme un poco. No puedo asistir a una fiesta viéndome así. Sería lamentable.


En el salón, Lucas esperaba a Jessica tomándose una taza de café mientras recorría el lugar con la mirada. Algo, en su recorrido, llamó su atención por lo que dejó la taza con su bebida a medio tomar sobre la mesita de centro y caminó hacia allí. Había estado en ese lugar muchísimas veces y nunca se había fijado en que, sobre la estantería del fondo, la cual estaba repleta de libros, había unos portarretratos.

Cuando estuvo cerca pudo ver que en uno había una foto de la familia de Jessica; Ella estaba con ellos. Con algunos ocho años y una hermosa e inocente sonrisa en el rostro, era la niña mas linda que él hubiese visto en toda su vida. Lucas siempre sintió adoración por ella aunque Jessica nunca lo supo. Él siempre la quiso aunque ella no lo veía como más que un amigo, casi un hermano. Por suerte, esa época en la que él había tenido que conformarse con amarla desde lejos había pasado y ahora él la tenia cerca, solo para él.

Rodó sus ojos de esa fotografía y la enfocó en la que estaba al lado de esta. En esa solo estaban ella y Ariel un poco mayores. En otro portarretrato estaban ella, Margaret y Angela en el jardín de esta última. Todas sonreían pero la sonrisa de Jessica era tan diferente a la que había visto en las fotos anteriores. Esta era una sonrisa forzada, carente de emoción.

Dejó esa foto y se concentró en la siguiente: esta era una foto de Jessica, la actual, su novia. La Jessica que sonreía cada vez que lo veía; la que se sonrojaba cuando la besaba y que trataba de ocultarlo, molesta por mostrarse tan débil, como solía decir ella; la Jessica que iba a ser su compañera de toda la vida. Esa foto le gustaba porque allí veía a la verdadera Jessica; a la Jessica que creció a su lado y no a la copia que encontró cuando llegó al pueblo.

Iba a tomar el portarretrato que había visto antes para compararlo con el que tenia en las manos y en el intento se fijó en un portarretrato que estaba acostado sobre la repisa. Lo tomó sintiendo la curiosidad creciendo en su pecho. En la fotografía aparecía Jessica acompañada de un joven alto, bien parecido, de cabello oscuro y brillantes ojos color miel. Ambos estaban en la plazoleta de una casa que Lucas supuso era la de el chico, sentados muy cerca el uno del otro. Algo, en la forma en la que ambos se miraban, le hizo entender a Lucas que entre ellos existía algo más que una fría y respetuosa amistad. Ese debía ser Brian Debrand, el chico del cual Jessica le había hablado una vez.

Algo dentro de él se resquebrajó al ver la foto. Se suponía que no debía sentir ese tipo de emociones, que el hecho de verlos juntos no debía significar nada para él, pero de todas formas se sintió molesto y celoso. Brian había tenido una relación más que cercana con Jessica, incluso Jessica le había hablado de que él había tenido planes de casarse con ella. Pero eso no era lo que le molestaba realmente, sino el hecho de que ella, a pesar de lo que él le había hecho (lo cual no sabia que era pero que suponía que era realmente malo por expresión de su rostro y su tono de voz cuando se lo había dicho) ella aun conservase esa fotografía junto con la de sus seres queridos. Eso le hacia pensar que Brian, de alguna forma, aun era importante para ella.

Con un grueso nudo en la garganta provocado por sus dudas y temores, se dio la vuelta para colocar el portarretrato que tenia en las manos sobre la repisa; al hacerlo, se fijó en que aún quedaba uno que no había visto. Sus ojos se abrieron debido a la sorpresa al descubrir que era una foto de Jessica y él cuando eran más pequeños. Ambos estaban en la plazoleta del jardín de la casa de Jessica, con sus manitas tomadas y sonriendo alegremente.

—Me la envió Ariel hace un par de años— la suave voz de Jessica lo sobre saltó a pesar de haber sido casi un susurro— No se de donde la sacó pero me alegra que la haya encontrado. Me gusta mucho esa fotografía.

— ¿Hace cuento que estas ahí?—preguntó algo cohibido.

—No mucho, no te preocupes.

Le respondió mientras tomaba el portarretrato que Lucas tenia en las manos. Para sorpresa del joven, sacó la foto y puso el portarretrato vacío en la repisa como estaba el de Brian, antes de entregarle la foto. Él iba a preguntar pero ella lo interrumpió con un corto y tierno beso en los labios, hecho que lo dejó aun más confundido y sorprendido.

—Quiero que tengas un recuerdo mío, y que mejor que esta fotografía que es la mejor que tengo— respondió con una sonrisa.

—Estas rara— le dijo, mientras la miraba con los ojos entornados.

—Culpa a Margaret— él iba a preguntar a qué se refería ella con eso, pero Jessica se lo impidió nuevamente, tomándolo de la mano y arrastrándolo fuera del salón.— Vamos a llegar tarde, Lucas. Deja todas tus preguntas para otra ocasión.

Fui premiada ^^  

Posted by: La Premonición in

Hola a todos.

Como habrán leido en el título, mis blogs fueron premiados por una linda criaturita llamada ilonga. La verdad es que no sabe lo feliz que me puse al ver la sorpresa que me dio ya que me esperaba todo menos esto. Gracias mil, guapa.

El premio que me dio fue el "Premio a la imaginación Crisálida Literaria". Lindo, ¿no?


Y este premio, tiene sus reglas, por supuesto. Estas son:

1. Publicar una entrada anunciándolo.
Hecho.

2. Ecribir tres deseos:
-Que me vaya bien en el examen de mañana.
-Poder terminar todas mis historias
-Salud para mi y los mios.

3. Sonreir.
Lo hago todo el tiempo. Incluso ahora ^^.

4. Escirbir lo siguiente:
Let your imagination open its wings!
¡Deja que tu imaginación abra sus alas!


5. Otorgar el premio a cinco blogs más:

Anne Garrew
Menfis
Dolce Inferno
Sueños Rotos
Renesmee, segunda parte