Capitulo 4  

Posted by: La Premonición in

Tenía la respiración agitada pero eso no se debía a los fuertes brazos que la sujetaban por la cintura. Tampoco era porque sus cuerpos estaban muy cerca al igual que sus rostros. No, no se debía a nada de eso sino a la rabia que sentía crecer a borbotones dentro de su ser. Se suponía que ella le había dejado bien en claro que no quería saber nada de él y ahí estaba, salvándola de una segura caída a las frías aguas del lago. Debía estarle agradecida pero de sus labios nunca saldría un “gracias”, mucho menos para él.


— ¿Piensas soltarme algún día?— cuestionó mientras trataba de separarse de él.

—Lo siento— le respondió mientras la soltaba y daba un paso hacia atrás. Tener a Jessica tan cerca lo estaba poniendo realmente nervioso.

— ¿Qué haces aquí?—preguntó arisca, mientras se alisaba la falda.

—Vine porque la señora Margaret me pidió que la acompañara.

— ¿Y por eso decidiste venir hasta aquí? ¿Eso también te lo pidió Margaret?

Él se encogió de hombros.

—No, eso lo hice porque sentí curiosidad. Quería ver que había más allá de tu jardín y decidí venir a curiosear. No sabía que iba a encontrarte aquí. Debo considerarme un hombre afortunado.

— ¡Que injusticia! Tú eres un hombre con suerte y yo empiezo a notar que la mía se desvanece rápidamente. Casualmente desde que pusiste un pie en este pueblo.

— ¿Por qué eres tan dura conmigo?

— ¿Y tu por qué eres tan insistente? Creo haber sido muy clara cuando te dije que me dejaras en paz.

—No lo voy a hacer a menos que me digas porque me tratas de esa forma— contestó poniéndose serio.

Ella le dirigió una mirada dura que él, para su sorpresa, le respondió de la misma forma. Era realmente extraño ver en esos ojos verdes tanta dureza, tanta seriedad. Ella nunca había visto a Lucas tan serio, tan decidido a hacer algo y eso, en parte, le gustaba. Le gustaba ver que había dejado de ser el niñito mimado que siempre estaba bajo las faldas de su madre o detrás de su hermano.

Ese niñito que se la pasaba todo el tiempo con ella. Ese niñito que la vio reír y llorar miles de veces y que siempre la hacia sentir mejor con una sonrisa o un abrazo. Al recordar eso sintió un poco de nostalgia pero envió ese sentimiento a lo más recóndito de su corazón. No podía permitirse semejante debilidad, no en esos momentos.

Se suponía que ella era una mujer fuerte, que no se dejaba amedrentar por nada, una mujer capaz de hacer cualquier cosa con tal de lograr sus objetivos. Una mujer a la cual no le importaba nadie más que ella. No podía permitirse el lujo de encapricharse o tomarle cariño a nadie ya que eso, desde su perspectiva, la volvería una persona débil, vulnerable. La convertiría en la Jessica de su pasado; esa Jessica que Lucas fue a buscar.

—Si viniste a este pueblo con la intención de llevarme de vuelta a la casa de mis padres, pierdes tu tiempo. Yo no regresaré a ese lugar, por lo menos no por mi propio pie— respondió con un tono aun más arisco.

—En realidad… vine a este pueblo a probar suerte. No tenia ni idea de que te iba a encontrar aquí. Ariel, por más que se lo pedí, nunca quiso decirme donde estabas. Siempre me decía que no sabía nada de ti y yo como un tonto le creí. Para serte sincero, perdí las esperanzas de volver a verte algún día y cuando me había resignado te encuentro…

— ¿No viniste a buscarme?—preguntó con incredulidad.

—No— volvió a mentir.

Se sentía mal por estarle mintiendo pero no tenia de otra. Si le decía la verdad, lo mas probable sería que se escapara nuevamente y esta vez sin decirle a nadie a donde iría, lo cual haría casi imposible el encontrarla.

— Si viniste o no a buscarme, no me importa. De todas formas no ibas a lograr llevarme a ese lugar— aseguró— Un niñito mimado como tú no lograría jamás dominar a una mujer como yo. Eres demasiado…débil como para amedrentarme u obligarme a hacer algo que no quiero. Si no lo lograron cuando apenas era una niña, mucho menos lo lograras tú ahora que ya soy toda una mujer— Dicho esto se dio la vuelta y siguió con su camino de vuelta a la casa.

Lucas la miraba entre asombrado, fascinado y molesto. Sentía dentro de su ser un remolino de emociones completamente contradictorias y todas fundadas por la joven que caminaba tranquilamente —pero con paso firme— hacia su casa. Se sentía extraño. Era como si esa joven fuese Jessica solo en apariencia ya que su personalidad era distinta a la de la Jessica que el recordaba.

La otra era dulce, risueña, cariñosa. Siempre estuvo cuando él más la necesitó, apoyándolo, ayudándolo en todo. Él, en esa época, no se imaginaba la vida sin ella. La sola idea de perderla lo enfermaba. Por eso, cuando ella partió sintió irse con ella una parte de su ser. La parte de él que disfrutaba de la vida como si cada día fuese el ultimó; la parte que lo hacia sonreír, que lo hacia ser feliz.

Ella no lo sabía y probablemente no le importaría. En esos momentos era una joven fría, seca, distante. Una joven a la cual no le importaban los sentimientos de los demás y para la cual lo único importante era que se hiciese lo que ella quería. Pero con Lucas se las iba a ver difícil debido a que él no era tan débil como ella creía y eso, también, se lo debía a ella; a su lejanía. Podía sonar extraño pero así era.

Lucas siempre fue un chico de carácter fuerte, decidido. Un joven que cuando se proponía algo, lo lograba a como diera lugar, pero Jessica nunca vio ese lado de él. Por eso se sorprendía al ver que él no se dejaba amedrentar por sus palabras y que le devolvía, con la misma dureza, los gestos que le dedicaba.

Eso podría considerarse como una carta bajo su manga. Había muchas cosas que ella no conocía de él pero, en cambio, él sabía todo de ella. No importaba que ella en esos momentos estuviese actuando de otra forma, él sabia que en el fondo seguía siendo la misma Jessica de siempre, oculta bajo una mascara de frialdad; mascara que él con gusto le quitaría del rostro.

***

Jessica, al llegar a la casa, se encontró con la sorpresa de que tenía visitas. La señora Mitchells la esperaba en el salón conversando animadamente con Margaret mientras tomaban café.

—Buen día, Señora Mitchells— la saludó mientras entraba al salón— ¿A que debo el honor de su visita?

—A nada en especial, querida. Solo pasaba por aquí y decidí venir a saludarte— Jessica la miró con una expresión que demostraba que sabía que eso no era cierto— Está bien. Vine porque hacia mucho tiempo que no te veía y te extrañaba. ¿Contenta?—Jessica le sonrió.

—Señorita Jessica, ¿dónde está el joven Henderson?—preguntó Margaret con una expresión de inocencia que Jessica no le creyó. Era más que obvio que había preguntado por él con una segunda intención.

—No lo se, Margaret— contestó secamente— Debe estar camino a su casa.

— ¿Henderson? No había escuchado ese apellido por aquí. ¿Acaso es amigo tuyo, Jessica?

—En realidad…

—Es su prometido— respondió Margaret rápidamente.

Jessica abrió los ojos a tal punto que pensó que se le iban a salir de orbita y Ángela casi se tira el café encima debido a la sorpresa. Ambas mujeres miraron a Margaret con una clara expresión de asombro en el rostro; cada una por razones diferentes.

—Jessica, ¿estás bien? Estás muy pálida— preguntó Ángela, sustituyendo su expresión de asombro por una de preocupación, cuando le dirigió una mirada a la joven para asegurarse de que Margaret no mentía.

—Estoy bien. Solo… solo necesito tomar aire. Estoy un poco mareada— respondió al tiempo que se ponía de pie y caminaba hacia la ventana. Corrió las cortinas y apoyó sus manos en el marco de la ventana mientras respiraba profundamente tratando así de calmarse.

—Con que estás comprometida ¿eh? Si no se me hubiese ocurrido venir a visitarte no me entero nunca— le reprochó la mujer mientras ponía su ya vacía taza sobre la mesita de centro— Dime algo… ¿cómo es él?

— ¿Por qué no le dice como es él, Margaret?— dijo al tiempo que se daba la vuelta para dirigirle una mirada llena de desprecio a la susodicha. Margaret, como respuesta, sonrió abiertamente.

—Es un joven educado, caballeroso, respetuoso y de muy buena familia. Además, es sumamente atractivo…

—En definitiva, es el tipo de hombre que toda mujer quiere a su lado. Te felicito, Jessica. Si él es como lo describe Margaret, te has sacado la lotería.

—Eso mismo le he dicho yo. Definitivamente la señorita Jessica goza de una suerte prodigiosa. Hombres como el joven Henderson no aparecen con regularidad.

—Eso es cierto. Deberías estar feliz por estar comprometida con un hombre así. Yo lo estoy por ti— dijo con una sonrisa. Jessica no respondió.

Siguió mirando por la ventana un rato más, absorta en sus pensamientos. No quería escuchar nada más. No quería hablar con esas dos mujeres que estaban felices por algo que no era cierto. Pero sobre todo eso, lo que más anhelaba en esos momentos era que todo eso fuese una pesadilla. Quería que la carta de su hermano no hubiese llegado nunca al igual que Lucas. Quería seguir viviendo tranquila y sin preocupaciones, como antes.

—…Me parece una excelente idea, Margaret. ¿Tu que opinas, Jessica? ¿Jessica?

La susodicha salió de su letargo al escuchar su nombre y se dio la vuelta para mirar a Ángela la cual la miraba fijamente esperando una respuesta de su parte.

—Disculpe, señora Mitchells. No estaba prestando atención…

—Te pregunté tu opinión sobre la fiesta que tengo planeado hacer. Fue una idea de Margaret pero…

— ¿Una fiesta? ¿Cuál es el motivo?

—Tu compromiso, por supuesto. —Le respondió como si fuese algo obvio— Voy a hacer una fiesta para anunciar tu compromiso con el joven Henderson— dijo la mujer exultante de alegría.

— ¿Qué? No, no, y no. No pienso permitirlo— se negó rotundamente— Además…

—No se preocupe, señorita Jessica. Estoy segura de que logrará convencer al joven Henderson de que asista a la fiesta— aseguró Margaret con una sonrisa.

—Sí, Jessica, no seas pesimista. Estoy segura de que no te costará tanto convencerlo para que asista. Además, es solo una fiesta ¿Qué podría tener eso de malo?

Ella no respondió. De pronto empezó a sentirse mal otra vez y todo por culpa de las impertinencias de Margaret. Se agarró con fuerza al marco de la ventana y empezó a respirar profundamente para calmarse. Funcionaba. La fresca brisa que acariciaba suavemente su rostro la relajó lo suficiente como para que las nauseas y el mareo que sentía en esos momentos menguaran un poco. Pero todavía sentía esa extraña opresión en el pecho que le decía que todo eso no iba a terminar en nada bueno. Se giró a tiempo para ver a Ángela ponerse de pie dispuesta a irse a su casa.

Trató de ocultar lo que sentía en esos momentos tras una mascara de serenidad que, al parecer, funcionó a la perfección. Ángela no le dedicó esa mirada preocupada que le había dado cuando la vio pálida, sino que le brindó una gran sonrisa que demostraba lo feliz que estaba con la noticia de su supuesto prometido. Aguardó impacientemente el regreso de Margaret al salón y cuando la vio entrar le dedicó la mirada mas fría y llena de odio que sus ojos le podían brindar.

La dama de compañía la miraba serena, tranquila. Sabía que sus palabras tendrían ese efecto en la joven pero se atuvo a las consecuencias. No le importaba lo que Jessica pudiese decir o hacer. Era normal en ella que se enfureciera por cualquier cosa, aunque esta vez, la cosa tenía nombre y apellido: Lucas Henderson.

—No se lo que pretende, Margaret, ni tampoco se porque lo hace— dijo ella en voz baja, casi en un susurro, con los dientes apretados por la rabia. Margaret seguía impávida desde su lugar, a unos cuantos pasos de ella.

—Yo no pretendo nada mas que ayudarla, señorita Jessica.

— ¿Ayudarme? ¿De qué forma y a qué precio?—preguntó alzando la voz— ¿Se da cuenta de lo que acaba de hacer? Acaba de decirle a Ángela Mitchells que yo estaba comprometida con Lucas Henderson. Con mi enemigo. Con la última persona en el mundo con la cual me comprometería.

—Espero no ser impertinente con lo que le voy a preguntar—Jessica bufó— pero podría decirme, ¿por qué odia tanto al joven Henderson? Que yo sepa, él no le ha hecho nada.

Jessica no respondió. No tenía nada que decirle ya que ni ella misma sabía porque aborrecía tanto a Lucas.

—Escúcheme, señorita Jessica. Yo hice esto para ayudarla, aunque le parezca extraño. Lo que menos deseo en este mundo es que usted sufra…

— ¡Pues no lo parece!

—Usted dice eso ahora porque está enojada, pero cuando se calme, se dará cuenta de que, al final, fue una buena idea decirle a la señora Mitchells que usted estaba comprometida con el joven Henderson. De esa forma, se librara del joven Debrand.

—Eso suena muy bien pero no se ha dado cuenta de que su plan tiene fallas; muchas para serle sincera— le espetó mientras se acomodaba en el sillón con gesto altivo.

—A ver, dígame cuáles son— la instó con una sonrisa, mientras se sentaba. Jessica la miró con una expresión que denotaba claramente su fastidio.

—Primero, se correrá la voz de que estoy comprometida y todo el mundo estará esperando que llegue el día de la boda. Pero ese día no llegará… nunca. Segundo, ¿Qué pasará cuando Lucas se vaya del pueblo? ¿Qué dirá la gente?...

—Pensé que no le importaba lo que dijeran.

— ¡Pero si no me importa! Es solo que no quiero que todo el pueblo esté hablando de mí y de mi supuesto compromiso y, finalmente, de la partida de mi supuesto prometido. No obstante con eso, quedan los porqués de la separación; preguntas que me tocará responder solo a mí… ¡Ve donde están las fallas de su plan! Usted solo pensó en librarme de un compromiso pero me ató a otro mucho más fuerte.

Margaret se puso de pie con una gran sonrisa en el rostro. Jessica al verla tan tranquila sintió crecer aún más la furia que dominaba su cuerpo. Trató de calmarse pero no pudo hacerlo; Margaret no le dio tiempo.

—Respóndame una última pregunta. Si desde antes se había dado cuenta de las múltiples fallas de mi plan, ¿por qué no le dijo la verdad a la señora Mitchells?

Jessica la miró atónita durante unos segundos. Luego abrió la boca dispuesta responderle pero no sabía que decirle, y aunque supiera, era seguro que las palabras no lograrían salir de su boca. Apretó los puños con todas sus fuerzas y se quedó mirando el lugar por el que Margaret había desaparecido, con una enorme sonrisa de satisfacción en el rostro.

This entry was posted on martes, marzo 24, 2009 and is filed under . You can leave a response and follow any responses to this entry through the Suscribirse a: Enviar comentarios (Atom) .

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