Capitulo 11  

Posted by: La Premonición in

No podía creer que las cosas hubiesen llegado tan lejos. No podía creer que toda esa estúpida situación estuviese pasando. Tampoco podía creer que se le había salido de las manos (aunque sabía que nunca lo estuvo), pero así era.

Una parte de su pasado, la más horrible y la que había tratado de olvidar, amenazaba con volver a poner su ordenada vida de cabeza. ¿Qué había hecho para merecer ese castigo? Según su criterio, no había hecho nada malo, pero de todas formas recibiría un castigo; el peor de todos.

No sabía cuando ni por qué, pero lo que sí sabía era que tendría que verle, más pronto de lo que quería; aunque cabía mencionar que con mil años de saber por anticipado que ese encuentro se llevaría a cabo, jamás lograría prepararse para ello. Era demasiado difícil controlar la oleada de molestas sensaciones que recorrían su cuerpo. Sensaciones que iban desde la ansiedad hasta la rabia, pasando por la expectación y el deseo, sin olvidar al odio, que era, supuestamente, el más importante y predominante de todos.

Se puso de pie y se paseó por la habitación como un león enjaulado, mientras pensaba en la forma idónea para solucionar aquel embrollo, pero lamentablemente, y como bien sabía, no había forma. Tenía que resignarse, eso era todo.

Y con ese pensamiento resonando como campanadas en su cabeza, salió de su habitación, rumbo a cualquier sitio que no le trajera malos recuerdos. Y es habitación, su habitación, para su desgracia, estaba impregnada de ellos.


***

Eran las cuatro de la tarde de aquel hermoso sábado, y Lucas estaba tranquilamente tomando el té y disfrutando del paisaje que le brindaba su jardín, mientras una fresca y deliciosa brisa lo refrescaba.

Para Lucas, la mañana de aquel caluroso día, había sido una de aquellas tranquilas mañanas en las que despertabas sin preocupaciones ni problemas sobre tus hombros (aparentemente, se le había olvidado lo que había pasado la noche anterior con Jessica. O quizás el hecho de haber terminado tan bien la noche, lo hacia sentirse así).

Sumándole a ello el hecho de que Ariel no había ido a molestarlo —o más bien atormentarlo— con sus comentarios y preguntas sobre Jessica y lo que haría, suceso que lo tenía bastante relajado. En pocas palabras, aquel día había empezado bastante bien y en esos momentos no podía hacer nada más que darle gracias a Dios por eso.

Al poco rato, para su desgracia, tres figuras aparecieron en el jardín dirigiéndose hacia él, como prueba irrefutable de que ese día, quizás, no iba a terminar muy bien. Ángela, Margaret y Ariel, con pasos rápidos y decididos, llegaron hasta él antes de que pudiese pensar en el motivo de su presencia allí, o antes de que se inventase una excusa para poder escapar.

—Buenas tardes, joven Lucas— lo saludó Margaret con la sonrisa que solía brindarle siempre que lo veía. Era algo así como una mezcla de cariño y agradecimiento.

—Buenas tardes para ustedes también. Siéntense, por favor, y díganme qué los trae por aquí— les dijo, mientras que con un movimiento de su mano les señalaba las sillas que estaban alrededor de la mesa, y luego le hacia señas a una de las empleadas que siempre estaban revoloteando por los alrededores para que les sirviera té a sus invitados.

—Me parece, mi querido Lucas, que la pregunta sobra. Tú sabes perfectamente que nos trae por aquí.

—No, no lo se, Ariel. No soy adivino, por si no lo sabías.

—Se trata de Jessica. — le dijo, como si eso fuese lo mas obvio de todo el mundo— ¿Qué pasó anoche?

— ¿Debió pasar algo?—preguntó con una ceja alzada. Ariel resopló, molesto, y Lucas tuvo que contener las ganas de reírse en su cara.

La empleada llegó con una bandeja repleta de blancas tazas de té, una tetera y una bandeja de galletas. Le sirvió a cada uno una taza y después de dejar las galletas sobre la mesa y de hacer una reverencia, se dirigió a la casa.

—Lucas, querido, cuéntanos que pasó. Jessica nos ha evitado todo el día y estamos preocupados. Queremos saber que va a pasar con ustedes de ahora en adelante— musitó Ángela, hablando por primera vez desde que llegaron.

Lucas no se sorprendió ante su comentario. Desde hacía tiempo que sabía que ella estaba enterada de lo del compromiso falso y también de que prácticamente todo fue un plan entre ella y Margaret, agregando a Ariel cuando este llegó. Si Jessica se enteraba de eso, iban a rodar cabezas, eso era seguro.

—En realidad no pasó nada. Estuvimos hablando, más bien discutiendo, y al final ella me convenció de que me quedara— le respondió con un encogimiento de hombros, restándole así importancia al asunto.

— ¿Solo eso pasó? —Preguntó Ariel con incredulidad— Mira que es cabeza dura esa hermana mía. No me hizo caso. Y yo que pensé que si lo había hecho…

Margaret no hacia nada más que mirar a Lucas con esos ojos que parecían ver a través de las cosas. Ella se había dado cuenta de que algo había pasado pero no iba a decir nada. Si Lucas ni Jessica querían decirlo, ¿por qué debía hacerlo ella?

—Me alegra que se haya quedado, joven Lucas— le dijo con una sonrisa, interrumpiendo así, la retahíla de quejas de Ariel. —Y me alegra saber que fue la propia señorita Jessica la que lo convenció. — El hecho de que ella no quisiese decir que había descubierto algo, no quería decir que iba a dejar pasar la oportunidad de enterarse.

—Hablando de eso… ¿Cómo lo logró? Yo traté de convencerte durante un buen rato y no lo logré. ¿Qué dijo, o mas bien, que hizo mi querida hermanita para convencerte?—cuestionó Ariel con una expresión ceñuda en el rostro.

—Eso a ti que te importa. No seas metiche, Ariel.

Las cuatro personas que estaban en la plazoleta se dieron la vuelta para ver apoyada, en una de las columnas, a una Jessica aparentemente molesta. Pero eso era solo en apariencia porque la chica estaba demasiado feliz como para molestarse por nimiedades. Y mucho menos por algo dicho por su hermano. La única vez que realmente estuvo molesta con Ariel fue la vez en la que pensó que él la había traicionado dándole su ubicación a Lucas, pero el enojo no le duró mucho.

Para los demás, el hecho de verla con una expresión ceñuda en el rostro no era una sorpresa ya que estaban bastante acostumbrados a ello; pero lo que si les llamó la atención fue lo que hizo con su cabello. Se había cortado su larga y castaña cabellera, dejándola a la altura de los hombros. Ya no estaban trenzados, sino sueltos y completamente rizados lo que le sentaba muy bien; la hacia lucir mucho mas bonita que antes.

Cansada de que aquellos cuatro pares de ojos la mirasen de esa forma tan molesta, los sacó a todos de su estado con un “¿Qué tanto me miran?” bastante rudo. Lucas carraspeó y después la invitó a sentarse en la única silla libre que quedaba y que justamente estaba entre él y Margaret. Jessica pensó, por como se comportaban todos, que esa tarde se iba a divertir muchísimo.

—Jessica, ¿Qué te dio? ¿Por qué te cortaste el pelo?—preguntó Ariel cuando pudo salir de su estado de asombro.

—Estaba cansada de lidiar con el, eso es todo.

—Esa es una buena razón, pero no la correcta en este caso— musitó Ariel ganándose una tranquila mirada por parte de su hermana— ¿No te habrás cortado el pelo por lo que pasó anoche entre ustedes?—preguntó tanteando el terreno, probando su suerte.

En esa época era bastante común que las jóvenes, cuando llegaban a cierta edad y tenían una pareja formal, se cortaran el cabello y se lo dejaran suelto como una forma de demostrarle a todo el mundo que ya no eran unas niñas y que estaban preparadas para el matrimonio. También se soltaban el cabello cuando tenían que ir a algún evento importante que tuviera relacionado con su casamiento.

Pero Jessica, por su parte, no había dado muestras de querer seguir con esta regla porque, según ella, su relación con Lucas no era real, sino un compromiso temporal llevado a cabo por conveniencia. Por eso el hecho de que apareciera con el cabello corto justo después de su encuentro nocturno con Lucas, daba mucho que pensar.

Jessica sonrió de aquella forma maliciosa que a Lucas no le gustaba ya que siempre traía problemas, antes de responderle a Ariel con toda la calma del mundo.

—Puede ser. Anoche pasaron tantas cosas…

Lucas casi se atragantó con el té que se estaba tomando al escucharla y Ariel, que no se esperaba esa respuesta, tuvo una reacción similar al imaginarse cosas no muy púdicas entre Lucas y Jessica. Era su hermano y por más que se sintiera feliz de que ella estuviera con Lucas, eso no impedía que el bicho de los celos lo atacara de vez en cuando, por no decir “la mayor parte del tiempo”.

Miró a Lucas con una clara expresión en el rostro que decía “espero que no le hayas hecho nada a mi hermanita porque te mato”, antes de mirar a su hermana, horrorizado. Ella, como si no hubiese provocado toda esa situación, jugaba con uno de sus rizos despreocupadamente, mientras seguía sonriendo malévolamente. Luego, se acercó un poco a la mesa y tomó una galleta de la bandeja, ignorando completamente los cuatro pares de ojos que la observaban.

Por esa razón le había pedido a Lucas que no dijera nada sobre ellos dos, ya que quería ver la cara de sufrimiento que pondría su hermano si hacia ilusión a que había “perdido su honor”. Le hacia gracia el hecho de que su hermano prácticamente la empujara hacia la casa de Lucas a esas horas de la noche y que en esos momentos estuviese casi caminando por el techo por una simple insinuación.

Aunque no podía culparlo; después de lo que había pasado, era de esperarse que se preocupara tanto por ella. No podía quejarse; con un hermano así, no necesitaba nada más. Quizás una pareja, pero es ya lo tenía y todo gracias a él.


—Díganme chicos, —empezó a hablar Ángela, con un tono divertido de voz, tratando de cortar ese tenso momento— ¿Cuándo piensan fijar la fecha de la boda? Ustedes ya llevan más de dos meses de prometidos y no han empezado a organizar nada.

Inmediatamente salieron esas palabras de la boca de Ángela, Lucas se giró para ver el despreocupado rostro de Jessica. Era cierto que la noche anterior había pasado algo entre ellos pero eso no significaba que su relación había cambiado mucho. Jessica, en ningún momento, le había dicho nada sobre ellos. Solo se había limitado a pedirle, de la forma más convincente posible, que se quedara y él no pudo hacer otra cosa más que hacerle caso. Pero ahora que se detenía a pensar en todo eso, una ligera opresión hizo acto de presencia en su pecho y las miles de preguntas volvieron a repiquetear como campanadas en su cerebro.

—Lucas y yo no nos hemos detenido a pensar en ello pero lo haremos pronto, ¿verdad, Lucas?—respondió Jessica, tan calmada como siempre.

Lucas, por su parte, miró a cada uno de los que ocupaban la mesa con una expresión confundida en el rostro; expresión que duró poco, siendo reemplazada por una súbita seriedad que no pasó desapercibida por nadie.

—Sí— asintió— pero para hacerlo necesitamos estar solos— puntualizó, sorprendiendo a los demás.

Un comentario de ese tipo podría haberse esperado más de Jessica que de él, pero de todas formas no le importó mucho lo que sus palabras causaran en ellos. Y estos, al parecer, no lo tomaron mucho en cuenta. Al final sabían que su relación a penas estaba dando un cambio, y ellos esperaban que fuese para bien.

—En ese caso, nos vamos— musitó Margaret, poniéndose de pie calmadamente.

Ariel y Ángela no dijeron nada mientras la imitaban. Después de una despedida rápida y de que Ariel le dedicara una mirada de advertencia a Lucas, emprendieron el camino de regreso a la casa para dirigirse a la salida, y así dejar a los dos jóvenes solos.

Cuando estuvo segura de que nada ni nadie los interrumpiría, Jessica tomó la palabra, mientras se acomodaba en su asiento, acercándose un poco más a él.

— ¿A qué se debió ese repentino cambio de actitud? Tú no sueles ser así. — le preguntó mientras tomaba una galleta de la bandeja. Quedaban pocas y al darse cuenta de eso hizo un mohín de desagrado.

— ¿Quieres saber a qué se debe?—Jessica resopló molesta como respuesta.

Esa era una mala costumbre que tenía Lucas cuando hablaba con ella: responderle una pregunta con otra pregunta— Se debe a que yo aún no tengo las cosas muy claras respecto a ti y lo que quieres de mí. Anoche solo me pediste que me quedara pero no me dijiste nada más.

—Lucas, ¿no crees que estas complicando demasiado las cosas?— le preguntó con calma.

—No, no lo creo. Y estoy seguro de que tú te comportarías de la misma forma que yo si tu situación fuese similar a la mía.

Jessica frunció el ceño como respuesta y se cruzó de brazos antes de responderle.

—Explícame cual es tu “situación” porque la verdad es que no se de qué hablas.

—Hablo de nosotros. Hablo de lo que se supone que hay entre nosotros. Que yo sepa, lo único que nos une es un compromiso fal…

Jessica se acercó a él y tomó su rostro entre sus manos. Lo miró seriamente y él no pudo hacer nada más que perderse en esos oscuros ojos marrones que brillaban de una forma tan extraña pero indudablemente hermosa. Era extraño ver a Jessica comportándose tan cariñosa y tan calmadamente. Ella, por lo general, era despectiva y gruñona, pero desde la noche anterior se comportaba completamente diferente. Como si se hubiese quitado el pesado disfraz de chica mala que llevaba. Lucas —y todos los que conocían esa faceta de ella— daban gracias por ello.

— ¿Eso es lo que te preocupa? ¿El no saber qué hay entre nosotros?—ella hizo silencio esperando una respuesta por parte de Lucas, pero esta no llegó. Al final, volvió a retomar la palabra— A mi también me preocupa el no saber que va a pasar con nosotros, y lo digo no para hacerte sentir mejor sino porque es la verdad. Yo tengo claro que es lo que quiero y lo que siento, pero no se qué pasa contigo. No se que quieres de mi, no se lo que esperas de mi, si me quieres… no se nada, y eso me enferma. No me gusta sentirme confundida ni tener dudas.

— ¿Qué es lo que quieres, Jessica?—preguntó súbitamente, con la voz ronca.

—Te quiero a ti, creo habértelo dicho un par de veces anoche. Quiero estar contigo, Lucas. Y sí, quiero casarme contigo y pasarme el resto de mi existencia junto a ti. Aunque debo admitir que me aterroriza un poco pensar en eso y que casarme hasta hace poco era algo que no pensaba hacer jamás. Ahora te pregunto, ¿Qué quieres tú?

Lucas no le respondió, por lo menos no con palabras. Este acortó la brevísima distancia que los separaba y la besó de una forma anhelante, casi rayando en la desesperación, hecho que sorprendió a la joven. De todas formas, le correspondió el beso de la misma forma apasionada, cargada de esos sentimientos que aún le costaba demostrar, pero que estaban ahí, fuertes, claros, bien definidos. Y todos eran para él, porque se los había ganado prácticamente a fuerza de golpes y eso la hacia quererlo aún mas.

Las manos de Jessica al poco rato abandonaron su rostro para enredarse en su largo cabello castaño. Las manos de él se adueñaron de su cintura atrayéndola suavemente hacia sí, haciendo que se sentara sobre sus piernas. Que importaba que los vieran desde la casa, que importaba lo que pensaran de ellos, lo único importante es que estaban juntos y que ese momento era suyo y de nadie más; que ya no había nada porque temer y que las cosas entre ellos dos estaban claras. Se querían, nada mas debía importar.

El beso se prolongó hasta que la imperiosa e irrefrenable necesidad de respirar se adueñó de Jessica. La joven estaba con los ojos cerrados y con una sonrisita de placer pintada en sus labios. Su respiración, al igual que los latidos de su corazón, estaban agitados, y un tono rojizo coloreaba sus mejillas y sus carnosos labios, mientras Lucas repartía besos sobre su cuello.

—Tienes una interesante y… agradable forma de hacerme callar— dijo Jessica abriendo los ojos con lentitud, como si temiera que al hacerlo, aquellas agradables sensaciones desaparecieran de golpe, dejándole un vacío en el pecho— Pero no has respondido mi pregunta. ¿Qué es lo que quieres, Lucas? ¿Qué es lo que quieres de mí?

—Todo. Quiero todo de ti. Quiero que seas solo mía, que me quieras tanto como te quiero yo a ti. Quiero que siempre estés junto a mí. Suena cursi pero es la verdad. Te quiero, con todo lo que esas dos palabras significan e implican.

—En ese caso no tengo porque dudar sobre ti ni tengo que buscar la forma de cancelar el matrimonio, porque tú quieres casarte conmigo, ¿verdad?

—Exactamente— le respondió brindándole una gran sonrisa.

Estaba feliz, pero no podía negar que se sentía un poco culpable ya que él no había ido a ese pueblo con la intención de casarse con ella. No. Él había iniciado la búsqueda de la joven solo porque quería llevarla de vuelta a su casa para que estuviera con Josh. Debía admitirlo. Ese fue el motor que lo impulsó a hacer esa extenuante búsqueda. Se suponía que Jessica quería a su hermano, Susan se lo había dicho muchas veces, y al ver a su hermano tan triste cuando ella se fue, se propuso buscarla y llevarla de vuelta a su casa, para que pudieran estar juntos. Aunque eso le rompiera el corazón en miles de pedazos.

Pero todo había cambiado y los sentimientos que él pensaba que habían desaparecido, salieron a flote en el mismo momento que la vio en la plaza de Villa Mar. Todavía la quería pero no podía dejar de lado su plan de llevarla de vuelta a La Esperanza. Por eso había aceptado el plan que le propuso Margaret de que aceptara ayudarle con lo del supuesto compromiso falso, ya que de esa forma sería más fácil llevarla de vuelta a su casa. Pero todo se complicó y la fría Jessica se enamoró de él y había decidido casarse con él. Con él y no con su perfecto hermano mayor.

Quizás si las cosas hubiesen empezado de una forma diferente, libre de mentiras y verdades a medias, él pudiera sentirse completamente feliz. Pero con el peso del engaño sobre sus hombros, sabia que no lo lograría, por mas que lo deseara. Y decirle a Jessica la verdad era como lanzar su relación a la basura.

Al final, Jessica no era la única que ocultaba cosas en esa relación.

Ella, después que él el respondiera su pregunta, le había correspondido el gesto y le había dado un gran abrazo. No dijo nada ni hizo nada más que quedarse así, abrazada a él. No quería que Lucas viera la sombría expresión que apareció en su rostro ni tampoco quería dar pie a una larga discusión. Porque sabía que Lucas no se iba a quedar tan tranquilo sabiendo que algo le pasaba.

Respiró profundamente y con desgana se separó de él. Se puso de pie y obligó a Lucas para que hiciera lo mismo. Era tarde, por lo que tendría que irse ya a su casa en la cual, de seguro, la esperaban unos ansiosos Ariel y Margaret. Empezaron a caminar por el jardín, tomados de la mano, rodeados por un espeso silencio que se apoderó de ellos en el mismo momento en el que se dieron cuenta de que sus secretos ponían en peligro su relación. Y que, para su mala suerte, estaban a merced de que otra persona no decidiera delatarlos.

This entry was posted on viernes, marzo 27, 2009 and is filed under . You can leave a response and follow any responses to this entry through the Suscribirse a: Enviar comentarios (Atom) .

2 Manzanitas

Hola!!!! me encanta tu historia Te he enlazado en mi blog para que más gente la conozca besosss

http://sheyladrymon.blogspot.com/

Hola, Sheyla.

Muchisimas gracias por comentar este capitulo y por enlazar mi blog en el tuyo.

Espero verte por aquí muy a menudo.

Besotes.

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