Capitulo 12  

Posted by: La Premonición

***

“Me gustaría detener el tiempo, pero se que no puedo. Me gustaría tenerte siempre a mi lado, pero tampoco puedo tener eso. Solo pido y anhelo cosas que no puedo tener”

***


Los días pasaban rápidamente dejando atrás una estela de planes e ideas todavía no resueltas. Y es que el tiempo no les daba para nada. En realidad, ellos no aprovechaban el tiempo. Para nada. Jessica y Lucas se la pasaban paseando por el pueblo, escapándose al solitario lago para no tener sobre ellos los curiosos y escrutadores ojos de todo el mundo, besándose cada vez que tenían oportunidad…

Y es que no podían resistirse. Era como si compensaran cada segundo que estuvieron tan cerca y no se habían atrevido a tocarse. Como si les fuese imposible mantenerse separados y tener sus manos quietas y alejadas del otro. Y sabían que no debían estar haciendo eso, pero Jessica no era una mujer que respetara las leyes y que se comportara como debería, ni Lucas era tan tonto como para no tocar a la mujer que más amaba en el mundo cuando tenía oportunidad de hacerlo.

Después, cuando no les quedó más remedio que aceptar que hasta que no tuvieran la mitad de los preparativos de la boda listos, Margaret y Ángela no los dejarían en paz, decidieron dedicarle tiempo a su futura boda. Debido a eso, se habían pasado las ultimas semanas planeando todo lo referente a la misma con ayuda de las dos mujeres, las cuales se mostraban más entusiasmadas que los mismos novios. Se parecían al montón de jovencitas que Jessica aborrecía, que se pasaban los días hablando de sus prometidos y de los vestidos que se comprarían para la próxima temporada de bailes.

Ariel, por su parte, había tenido que regresar a su casa, aún en contra de su voluntad, por expreso pedido de su padre. El negocio familiar —la empresa de licores Smith and Co. — se estaba volviendo cada día más rentable y Edmond solo no podía encargarse de todos los papeleos y trámites financieros. Si bien era cierto que contaba con empleados perfectamente capacitados, prefería que fuese su hijo el que se encargara de los asuntos más importantes y delicados. Así había sido desde que Ariel había terminado sus estudios hacia tres años, y así seguiría siéndolo.


En esos precisos momentos, Ariel estaba en su espaciosa oficina revisando unos papeles; desde que había llegado no había parado de trabajar. Como bien había dicho su padre, el trabajo se acumulaba con increíble facilidad por lo que era preferible ir encargándose de esos asuntos inmediatamente surgieran. Aunque tuviera que quedarse haciendo horas extras. Justo como en esos momentos.

Unos toques a la puerta, y luego el sonido de esta abriéndose lo hicieron levantar la cabeza de los papeles que firmaba.

—Disculpe la molestia, señor Smith.

— ¿Qué sucede, Lucy?

—Nada grave, no se preocupe— le respondió brindándole una gran sonrisa— Solo venia a entregarle unos papeles que tiene que firmar y una carta que acaba de llegar.

La secretaria —una mujer alta, de cabellos rubios recogidos en un rodete a la altura de la nuca y de facciones finas y delicadas— salió de la oficina contoneándose seductoramente después de dejar los papeles en el escritorio.

“Esta mujer…” Murmuró por lo bajo mientras tomaba el pequeño sobre blanco que contenía la carta. Lo abrió con movimientos lentos y despreocupados y se dispuso a leer su contenido.

Sus ojos recorrieron la superficie del papel mientras una pequeña sonrisa aparecía en su rostro, ensanchándose ésta por momentos a medida que iba leyendo. La carta era de Jessica y en esta su hermana contaba con lujo de detalles todo lo sucedido desde su partida. Le decía como iban los preparativos de la boda y como su relación con Lucas iba mejorando cada día a pesar de que aún tenían sus enfrentamientos. Se querían, era cierto, pero no por eso Jessica iba a cambiar su forma de ser. Era obstinada, cabeza dura y muy caprichosa cuando se lo proponía. Y Lucas estaba lejos de ser diferente. Así que Ariel se imaginaba lo divertidas que serían sus discusiones.

También le contaba como las chicas con las que él se había relacionado en su estadía en aquel lugar, la tenían al borde de la locura preguntándole por él y queriendo saber cuando volverían a verlo. “Son un fastidio. ¿Por qué no te las llevaste a todas y así me liberabas de ellas?”, había escrito la joven y Ariel había imaginado en el acto la expresión de su rostro al escribir esas palabras. Rió sin poder evitarlo.

Cuando hubo terminado de leer la misiva, la metió en una de las pequeñas gavetas del escritorio. Se acomodó en el sillón y cerró los ojos al tiempo que echaba la cabeza hacia atrás. La imagen de su hermana feliz, tomada de la mano de Lucas mientras paseaban por el jardín o por la plaza del pueblo llegó a su mente y una extraña combinación de sensaciones inundó su ser.

Por un lado, se sentía feliz porque su hermana era feliz y porque estaba con un gran hombre. Por otro lado, los celos de hermano lo atenazaban y torturaban haciéndole imaginarse cosas que no deseaba ver. Era cierto que Lucas era un buen joven, que era respetuoso, caballeroso y que nunca sería capaz de hacerle daño a Jessica, pero era un hombre al fin y al cabo y las hormonas no tienen en cuenta lo respetuoso que alguien puede llegar a ser. Jessica era su hermanita y el simple hecho de imaginársela besándose o en brazos de otro hombre que no fuesen él o su padre, lo enfermaba.

—Jessica no es una niña, Ariel— le había dicho Lucas, entre risas, después de que Ariel lo hubiese amenazado. “Tu y yo podemos ser muy buenos amigos, casi hermanos pero eso no me va a impedir que te rompa la cara si te propasas con ella”, esas fueron sus palabras exactas.

—Ella no es una niña, Ariel— volvió a recordarle, Lucas, con calma. Como si Ariel fuese un niño al que hay que explicarle lentamente las cosas— Es tres años menor que nosotros, es cierto, pero eso no la convierte en una infanta. Ella ya es toda una mujer, Ariel. Supéralo.

—Solo tiene diecinueve años, Lucas. Es demasiado joven— Lucas había vuelto a reír al ver la expresión mortificada de su rostro.

—No digas tonterías, Ariel. Tú, con esa edad, hiciste cosas que, si tu madre se entera, le provocarían un síncope.

—Eso es diferente. Yo… yo soy un hombre y ella es solo una niña…

Había zanjado la conversación con algunas frases machistas que estaban muy lejos de ser en realidad lo que pensaba y que solo lograban divertir aún más a Lucas. Lo cierto era que reaccionaba de esa forma solo porque ella era su hermana y porque le había tocado verla desmoronarse por culpa de alguien que no había sabido apreciarla ni tratarla. Tenía miedo de volver a verla en ese estado, eso era todo. Nadie podía culparlo ni juzgarlo por actuar de esa forma.

—Mas te vale mantener tu promesa, Lucas Henderson, porque si no, voy a ir a hacerte una visita que te va a dejar sin ánimos de volver a ponerle un dedo encima a mi hermana durante mucho tiempo— dijo con una expresión seria en el rostro.

Cuando se trataba de Jessica, Ariel podía llegar a hacer cualquier cosa.


***

—Nunca imaginé que organizar una boda fuese tan extenuante— se quejó Lucas mientras se sentaba bruscamente en el sofá.

Él, Margaret, Ángela y Jessica se habían pasado toda la tarde organizando los pequeños pero no menos importantes y extenuantes detalles de la boda; ¿De qué color serian las flores? ¿Cómo serían las invitaciones? ¿Cuántas personas irían a la celebración? Cosas de ese estilo fueron tratadas entre risas y quejas por parte del único hombre presente en la reunión. Después, a eso de las seis de la tarde, Margaret y Ángela se pusieron de pie, se despidieron alegremente de ellos y salieron del salón de la casa de Lucas hablando del tipo de flores que llevaría el ramo de la novia. Se les notaba muy emocionadas… como siempre.

—No te quejes tanto; ni que hubiésemos hecho gran cosa— le dijo Jessica, distraída.

—Para ti es fácil decirlo. Se supone que las mujeres están acostumbradas a estas cosas. —dijo Lucas mientras se quitaba la chaqueta y la colocaba en el reposabrazos que tenía a la derecha.

Jessica se inclinó frente a él y con dedos ágiles y expertos empezó a quitarle los botones del chaleco que vestía, para luego aflojarle la corbata y quitarle los dos primeros botones de la camisa. Y sin cambiar la expresión de su rostro, siguió paseándose por el salón revisando la lista que tenía en las manos. Lucas le dirigió una mirada, mezcla de sorpresa y extrañeza; ella solo se encogió de hombros.

—No se como puedes soportar tener tanta ropa encima con el calor que está haciendo— le respondió al tiempo que se abanicaba con la pequeña libreta, olvidándose por completo de lo que hacía.

—Mira quien habla…— se quejó mientras se quitaba el chaleco y la corbata y los colocaba junto al saco, quedando solo con la nívea camisa desabotonada.

Cosas de ese tipo solían ocurrir con bastante frecuencia. Jessica cada vez se mostraba más abierta a Lucas; había dejado atrás esa mascara de frialdad y quemeimportismo con la que solía tratarlo. Ahora era más dulce, tierna, como la Jessica que él recordaba y de la cual se había enamorado cuando eran apenas unos niños. Pero por momentos, ese carácter tan peculiar que tenía salía a flote dejando a Lucas un tanto sorprendido y descolocado por el brusco cambio de actitud. Así era Jessica, y así él la quería.

Jessica se sentó a su lado y se recostó contra su pecho. Al principio de su relación— de su verdadera relación de novios— cada vez que la joven se acercaba a él en un gesto similar, él no podía evitar sorprenderse ni preguntarse si le estaba resultando difícil mostrarse tan cariñosa con él. Después, otra duda aún mayor cruzaba su mente solo con ver la expresión de su rostro. Veía miedo, una gran necesidad de algo que no supo identificar. Fuese lo que fuese que pasaba por la cabeza de la joven cada vez que se abrazaba a él, no era para nada agradable; tal vez era incluso doloroso. Y eso le dolía y lo preocupaba a sobremanera.

Jessica levantó el rostro y se quedó mirando a Lucas fijamente, con lo que a él le pareció curiosidad. Con su índice derecho acarició sus mejillas, recorrió el puente de su nariz y delineó sus labios, como si con este gesto pudiese grabar cada rasgo del apuesto rostro que tenía en frente. Después, lenta y sinuosamente, se acercó a él y lo besó, como si tuviese miedo de que él la rechazase. Todos sus gestos parecían ser meros experimentos, como su quisiese comprobar algo, o como si quisiese probarse a si misma que ella podía entregarle su alma a Lucas y él no la perdería.

Pero no solo eso, quería almacenar en su memoria todo lo que tuviese que ver con él. Sus gestos, sus rasgos, el dulce sabor de sus besos, las sensaciones que recorrían su cuerpo cuando lo tenía cerca. Todo. Quería guardar dentro de ella todo lo referente a él porque sentía que no le iba a durar para siempre. Que aquella relación que había empezado de la forma más extraña y menos romántica posible, se iba a terminar muy pronto acabando con su vida, dejándola sin nada por lo que vivir.

Por eso no quería enamorarse. Por eso, en un principio, quería mantener a Lucas alejado de ella. No quería depender de un sentimiento tan irracional como lo es el amor. No quería entregarse por completo a alguien para que después la abandonaran. Aunque esa persona fuese la que más amara en todo el mundo.

Jessica se separó de Lucas con un movimiento rápido y se abrazó fuertemente a él, como una niña temerosa. No quería que Lucas viese el sufrimiento que le causaba amarlo. Amarlo precisamente a él. Lucas no podía saberlo; no podría comprender sus miedos, su dolor, y los interpretaría de forma errónea. Pensaría que ella no lo amaba y que estaba con él para terminar de fastidiar a Brian.

Toda esa situación era tan dolorosa pero al mismo tiempo tan placentera. Tener a Lucas a su lado fue lo mejor que le pudo haber pasado en la vida y daba gracias a Dios por eso. Por haber enviado a alguien capaz de sacarla del agujero en el que estuvo metida por seis largos años. Por haber pintado su mundo de color, por haberle enseñado que en el mundo hay muchas cosas por las cuales vivir. Pero también maldecía el haberse vuelto tan dependiente de él de sus sentimientos, de lo que él le daba.

Ella, que se había jactado tantas veces de ser una mujer libre, fuerte, totalmente independiente de los hombres, ahora dependía de lo que otro pudiera darle. Había vuelto a caer en el mismo error de la vez pasada. Había tomado la mano de alguien y no la había soltado desde entonces, esperando que él no quisiese soltar la suya nunca. La otra vez no había sido así. La habían guiado hacia un precipicio y la habían lanzado por él. Esperaba que Lucas no hiciese lo mismo.

“Eres patética”— resonaba una voz dentro de su cabeza, con el mismo tono que usaba su madre cuando la regañaba. Eso le produjo escalofríos —“Eres patética e ingenua. ¿Cómo pudiste enamorarte de él… de un Henderson? Sabes la clase de persona que son y aún así caíste en sus redes. Patética, tonta, ilusa…”.

Crueles palabras pero aun así muy ciertas. Ella era eso y mucho mas y solo por haberse dejado llevar por un estúpido sentimiento. Por haber sucumbido ante un simple beso. Por haberse dejado enredar por las demostraciones de afecto que él le brindaba aún cuando ella lo despreciaba y hería. “Sabes que va a abandonarte. Sabes que va a terminar de romper tu destrozado corazón…”. Lo sabía, claro que lo sabía. Pero aun así no se alejaba de él. No quería hacerlo, no podía. Ya no podía hacerlo.

“Eres masoquista”— Jessica esbozó una pequeña sonrisa cuando estas palabras cruzaron su mente y se abrazó con mas fuerza a Lucas, el cual no se quejaba por aquel acto. Se sentía demasiado bien teniendo a Jessica entre sus brazos como para preguntarse por qué ella lo estrechaba de esa manera tan posesiva. Como si no quisiera que se alejara nunca de ella. Como si pretendiese fundirse con él.

Jessica se alejó un poco de él para mirarlo a los ojos, esos hermosos ojos verdes, y le dio un fugaz beso en los labios. Lucas frunció el ceño, ahora sí, tratando de comprender que le pasaba a la joven. Jessica rió al verlo.

Que importaban sus dudas y sus miedos cuando podía disfrutar de pequeños momentos de felicidad como esos. No sabía cuando iban a terminarse así que tenía que aprovecharlos para que tuviera algo que recordar cuando ya nada de eso quedara. Porque algo dentro de ella le aseguraba que su relación con Lucas iba a terminar… y de muy mala manera.

This entry was posted on viernes, abril 10, 2009 . You can leave a response and follow any responses to this entry through the Suscribirse a: Enviar comentarios (Atom) .

3 Manzanitas

hola, beth! pásate por mi blog que tienes un regalito ^^

Siiiiiiiiiiiii el capítulo 12, hacía unos días que no me pasaba por tu blog y que sorpresa encontrar que actualizaste un nuevo capi

muchos besossssssss

y la historia está genial ^^

Ilonga, gracias por el regalito *la estruja*

Sheyla, eres un sol. Gracias por pasar por este abandonado lugar y dejarme un comentario.

Espero que te siga gustando la historia.

Besos.

Publicar un comentario